El crimen y el fracaso de la alternancia

Hoy todos hablan del repunte en los niveles de violencia, de las ejecuciones, de las masacres. Todos hablan de los elevados porcentajes de personas muertas en hechos violentos, producto de grupos radicales.

Todos suponen que se trata de una oleada difícil de contener.

Pero no, no nos referimos a la violencia y a los crímenes cometidos en México. En realidad a buena parte de mexicanos les alarma y les preocupa la oleada criminal emprendida en buena parte del mundo por grupos radicales como Isis.

Sí, por increíble que parezca, a muchos mexicanos les preocupa más esa violencia –cometida en el resto del mundo-, que la ocurrida en México.

Pareciera que muchos mexicanos se han acostumbrado a los hechos violentos ocurridos en el país, y que, por ello se vive una suerte de saturación.

Dicho de otro modo, que parece que a los mexicanos, a sus instituciones, a sus organismos no gubernamentales (ONGs) y a sus comisiones de Derechos Humanos, poco o nada les importa que, por ejemplo, la alternancia en el poder se haya convertido en un fracaso si la vemos desde la óptica de la seguridad y la violencia.

Y si existen dudas, de que a pocos importa el repunte en los niveles de violencia y crimen en buena parte del país, basta señalar que en la última década han sido asesinados casi medio centenar de alcaldes y apenas empezamos a darnos cuenta.

No se diga, si analizamos el más reciente reporte del Sistema Nacional de Seguridad Pública, que arroja cifras francamente escalofriantes.

Según dicho informe, en la llamada región de “Tierra Caliente”, entre Guerrero y Michoacán, se viven los niveles más altos de criminalidad de todo el país, lo que ha hecho caer, de manera estrepitosa, la industria turística.

Pero acaso el ejemplo más ominoso del fracaso de la alternancia sea el estado de  Guerrero; entidad federativa que estuvo en manos del PRD durante dos gobiernos y que a la vuelta del PRI parece haber incrementado los niveles de violencia.

Dicho de otro modo, que a pesar del cambio que supone la alternancia en el poder, en la practica esa alternancia no significa mejores gobiernos, más eficaces y más capacitados para resolver el conflicto del crimen organizado.

Así, por ejemplo, durante meses el entonces candidato del PRI al gobierno de Guerrero, Héctor Astudillo pregonó por todo el estado que había llegado el momento del cambio, que la seguridad y la bonanza llegarían con su gestión.

Sin embargo, a la vuelta de los meses y ya con Astudillo como gobernador por el PRI, se desataron los demonios en esa entidad.

En los primeros meses de la gestión de Astudillo, van más de 1500 muertos, aparece un ejecutado cada cinco horas y nadie parece contener la violencia.

Lo más curioso es que la violencia y el crimen han rebasado a los gobiernos municipales, y al gobierno estatal. Incluso es claro que en Guerrero ya tampoco resulta eficaz el gobierno federal.

¿Por qué esa realidad demoledora?

¿Por qué no es capaz de atender el conflicto y detener la ola de violencia, un gobierno priista como el de Héctor Astudillo?

La respuesta parece elemental; porque el tamaño del problema es federal.

Las entidades del país con una grave conflictiva delincuencial, como Guerrero, Colima, Michoacán, Tamaulipas y otros, han sido rebasados por el crimen y viven literalmente en un estado de ingobernabilidad.

¿Quién será capaz de revertir esa situación?

Al tiempo.

Tomado de la Silla Rota