Murió el Distrito Federal, ¿qué van a hacer?

Este viernes murió el Distrito Federal.

Murió el concepto de capital que todos conocían.

Murió la minusvalía de los capitalinos cuya voz no era tomada en cuenta en las discusiones de reforma constitucional.

Murió la idea de que los habitantes del Distrito Federal están faltos de garantías pero sobrados de prebendas.

Murió el principio del chilango.

Murió el capitalino.

Murió la cantaleta de que el país está formado por 31 estados y un Distrito Federal.

Murió la geografía y el civismo que muchos aprendieron en primaria.

Murió la indefensión de los millones que vivían sin el amparo de una constitución local.

Murió el Distrito Federal.

Sin embargo, nadie sabe qué viene ahora. Nadie sabe qué sigue. Nadie sabe qué van a hacer los responsables de esta muerte.

Todos sabemos que la nomenclatura del Distrito Federal será distinta. Pero nadie sabe en qué terminará este embrollo.

Todos sabemos que habrá un Congreso Constituyente que será el responsable de discutir y aprobar la constitución. Pero nadie sabe cómo afectará este proceso la vida de quienes viven en la Ciudad de México.

Todos sabemos que la capital tendrá una nueva constitución. Pero nadie sabe qué tipo de constitución será.

Todos sabemos que el congreso de la Ciudad de México tendrá mayor injerencia en los asuntos nacionales. Pero nadie sabe cómo funcionará este arreglo en un esquema donde la mayor parte de las curules están en manos de Morena, el partido del no.

Todos sabemos que se pondrá fin a la dependencia del Distrito Federal ante el gobierno de la República. Pero nadie sabe si eso implica que los gobernantes capitalinos aprovecharán el vacío para servirse del poder con la cuchara grande.

Todos sabemos que en la Ciudad habrá nuevas reglas. Pero nadie sabe si estas reglas acabarán con la corrupción, con la inseguridad y con la violencia.

Todos sabemos que desaparecerán las delegaciones y los jefes delegacionales. Pero nadie sabe si con ellos se irán las malas prácticas que distinguen a estos gobiernos.

Todos sabemos que desapareció el Distrito Federal. Pero nadie sabe qué viene.