Reyes y mesías heredan el poder, ¿se vale?

 

En 1605 el dramaturgo William Shakespeare escribió la tragedia –basada en una leyenda– del Rey Lear.

La historia relata las consecuencias de la mala decisión tomada por el Rey Lear, un viejo monarca que  con el fin de pasar sus últimos días en paz, opta por entregar el reino a una de sus tres hijas: Gonerilda, Regania y Cordelia.

De este modo el anciano pone a prueba a las descendientes y les exige que le demuestren su amor.

En respuesta, Cordelia, la buena, le dice a su padre que es incapaz de hacer evidente su amor con palabras, pues éste se ve a través de las acciones.

El rey se enfada con la hija y la echa de la región, así que sólo le queda escoger entre las otras dos. Sin embargo, el resultado no es favorable, pues en su afán por quedarse con el reino, ambas mujeres maltratan al padre.

El desenlace de la historia es trágico… Pues Cordelia muere ahorcada, el rey enloquece y el reino queda en manos de Édgar y Kent –dos personajes que a lo largo de la trama se vuelven relevantes–.

Resulta curiosa la forma en la que esta historia de traición, codicia y lazos filiales es más común de lo que suponemos y como ejemplo está el caso de Andrés Manuel López Obrador quien –dicen los enterados– desde hace algún tiempo entregó el poder de Morena en la Ciudad de México a su primogénito Andrés López Beltrán.

En esta historia de la realidad, AMLO tuvo que escoger entre sus hijos, adoptivos y biológicos, para ceder el poder de su partido en la capital. Los finalistas fueron Martí Batres y Andrés Jr., y el ganador el último mencionado.

Algunos morenos creen que esta es una de las peores decisiones del mesías tabasqueño, pues su hijo no tiene ningún mérito político, salvo el de ser el primogénito del jefe.

En la tragedia de Shakespeare, El Rey Lear, el monarca es un ser bondadoso pero torpe y en su afán por vivir tranquilo toma una muy mala decisión al echar del reino a Cordelia.

En la vida real hay que esperar a ver que resultados entrega López Beltrán al frente de Morena… Pero como éste tiene la escuela de su padre, es mejor mantener bajas las expectativas, ¿o no?