Los tiempos de Luis Echeverría

La falsa noticia de la muerte de Luis Echeverría, que corrió en redes sociales hace un par de días, hace oportuno reflexionar sobre los tiempos en los que fue presidente de México.

Sólo 15 por ciento de la población mexicana de hoy tenía 15 años o más cuando terminó el sexenio echeverrista, por lo que la mayoría no vivió los acontecimientos de aquellos tiempos.

Como todos los seres humanos, Echeverría es un hombre de luces y sombras.

En México tenemos la tendencia a crear héroes y villanos, personajes de blanco o negro, y en las últimas décadas a Echeverría le tocó jugar el papel de villano… para lo cual, por cierto, tuvo muchos méritos.

Pero su administración fue más que eso.

Imagine usted el clima del país en 1970, apenas a poco más de un año de la matanza de Tlatelolco. Las tensiones sociales estaban al máximo y el presidente Díaz Ordaz estaba obstinado en no reconocerlo.

Echeverría, destapado como candidato del PRI cuando no había competencia, empezó a manejar un discurso de cambio que lo enfrentó con el presidente en funciones, quien, de acuerdo con diversas versiones, consideró incluso reemplazarlo como candidato. No ocurrió.

Ya en la presidencia, Echeverría emprendió lo que en su momento fue calificado como ‘apertura democrática’, que permitió una distensión del clima político del país.

Eso fue al arranque. El problema vino después.

Como populista que era, Echeverría abrió la billetera (del país) y empezó a gastar desordenadamente. El déficit público empezó en 2.5 por ciento del PIB en 1971 y en 1975 ya era de 9.3 por ciento.

Echeverría recibió un país con una inflación de 4.6 por ciento en 1970 y en 1975 terminó en 11.3 por ciento.

El crecimiento se sostuvo por la expansión del déficit y por tanto de la deuda pública.

Pero el modelo económico empezó a crujir en la segunda mitad del sexenio. A los crecientes déficit y deuda se sumó la crisis de confianza con el sector privado.

La visión populista de Echeverría y su afán de colocarse como líder del ‘Tercer Mundo’ lo llevaron a chocar con la comunidad empresarial.

Y en 1976 las cosas llegaron a un punto de ruptura, cuando se acabaron las reservas internacionales y el gobierno se vio obligado a terminar con 22 años de estabilidad cambiaria el 31 de agosto de aquel año, y vino la devaluación del peso.

Un sexenio que había comenzado con el signo de la búsqueda de la reconciliación tras la crisis de 1968, terminó con un encono social como no se había visto en décadas; con una situación de gran inestabilidad social por los grupos guerrilleros que surgieron en diferentes lugares de la República y con una terrible sensación de crisis tanto en lo económico, como en lo político y social.

En 317 días, a partir de hoy, estará llegando al gobierno la nueva administración. Por esa razón, conviene recordar circunstancias como las que vivimos en 1976.

Para un alto porcentaje de la población que no vivió otros tiempos, los cambios sexenales ya no se asocian con crisis. Pero en el pasado, así fue y más vale que no se nos olvide.

Quizás, sin Luis Echeverría y sus afanes de cambio, el país hubiera caído en crisis política; pero en virtud de sus impulsos populistas, el país cayó en una crisis económica.

Una historia de la cual más vale que no nos olvidemos. Gane quien gane en 2018.