Cuando José López Portillo se convirtió en el Presidente más votado –ya que compitió prácticamente si oposición–, estremeció a todo el país con dos frases que muchos siguen recordando.
a).- “Tenemos que prepararnos para administrar la abundancia”.
b).- “Si algo les pido a los pobres, es perdón por no haber acertado a sacarlos de la postración y la miseria”.
Hoy la historia se repite. Andrés Manuel López Obrador será un Presidente con todo el poder y uno de los más votados.
Y si hacemos caso a sus promesas de campaña tendremos que prepararnos, como sociedad, para administrar la felicidad.
¿Y cuáles son los signos de esa felicidad?
- La felicidad de que no habrá gasolinazos.
- La felicidad del perdón a criminales y matarifes.
- La felicidad de que todos los funcionarios públicos del nuevo gobierno y todos los gobernantes de Morena serán honestos, transparentes y vivirán en la justa medianía.
- La felicidad de que millones de jóvenes, ninis, tendrán una pensión de 3 mil pesos.
- La felicidad de que madres solteras, adultos mayores y discapacitados también serán pensionados de manera generosa.
- La felicidad de que todos podrán estudiar una carrera universitaria, sólo con desearlo, sin pagar un peso, sin hacer exámenes y sin que nada se los impida.
- La felicidad de un salario mínimo de casi 200 pesos, que resolverá casi todos los problemas de una familia.
- La felicidad de que habrá crecimiento económico de 4 por ciento anual
- La felicidad de que gracias a ese crecimiento económico se crearan el doble de empleos que los creados en el gobierno de Peña Nieto.
- La felicidad de que será cancelada la reforma energética y ninguno de los parásitos extranjeros se robará los recursos nacionales.
- La felicidad de que se cancelará la reforma educativa y que los niños serán felices sin necesidad de la tortura que es la educación.
- La felicidad de que los niños no aprendan inglés ni otro idioma, total, si van a estar becados de por vida.
- La felicidad de que el gobierno en todos sus niveles y sus tres órdenes será honesto; se acabaran las mordidas, los moches, los entres.
- La felicidad de que por año se ahorrarán 500 mil millones de pesos de corruptelas, dinero que será dedicado a los pobres.
- La felicidad de que el avión presidencial será vendido y el Presidente viajará en línea comercial.
- La felicidad de que se cancelará el nuevo aeropuerto internacional, que sólo serviría para los ricos.
- La felicidad de que el Presidente y todos sus funcionarios recibirán el 50 por ciento del salario actual.
- La felicidad de que se cancele la pensión a los expresidentes.
- La felicidad de descentralizar todas las secretarías de Estado, lo que tendrá el beneficio de que ya no habrá marchas ni plantones en la Ciudad de México.
- La felicidad de que todo lo que se consuma en México, se produzca en México.
- La felicidad de que habrá Internet gratis para todos en todo el país.
La lista de promesas del nuevo presidente parecen infinitas. Lo interesante es entender que estamos a las puertas del paraíso, que seremos el país campeón de la felicidad en el mundo y que nunca nadie más se preocupará de ser pobre.
Al tiempo.