¿A quién culpar por el fracaso olímpico?

La pregunta es, sin duda, una provocación.

Y es que tiene tantas respuestas como ocurrencias se puedan imaginar.

Para los malquerientes del gobierno federal toda la responsabilidad del fracaso olímpico –y de todos los males del país–, se llama Enrique Peña Nieto.

Para otros el “villano favorito” es Alfredo Castillo, director de la CONADE.

No faltarán las voces indignadas que, para encontrar un chivo expiatorio por el fracaso olímpico culpen a los deportistas, ya que muchos de ellos llegaron a la competencia con niveles por debajo de los mínimos requeridos para una exigencia como la de Río 2016.

Tampoco estarán ausentes los que señalen con el índice flamígero a la corrupción que reina en las llamadas “federaciones” que, en rigor, son lo más parecido a Alí Babá y los 40 ladrones.

Y es posible que todos los antes mencionados tengan alguna dosis de culpa o responsabilidad en el fracaso deportivo. Sin embargo, la culpa parece estar en otro lado.

¿Por qué?

Porque si bien Alfredo Castillo, hizo todo lo necesario para destruir a la delegación mexicana que acudió a los olímpicos, también es cierto que el señor Castillo es sólo una parte del problema.

El conjunto de la problemática –si queremos ser rigurosos y justos–, está en el conjunto de las instituciones del Estado mexicano.

Es decir, que todas las instituciones, los tres poderes, los tres órdenes de gobierno, la iniciativa privada, las federaciones, los medios y –sobre todo los ciudadanos–, tenemos algún grado de responsabilidad.

El problema es que el asunto del deporte debe ser atendido como se atienden las políticas públicas de educación, salud, empleo, inversión, y como se atienden las políticas públicas para combatir flagelos como el hambre.

Dicho de otro modo, que corresponde a la autoridad política, a la autoridad administrativa, a la iniciativa privada y, en general a la sociedad, pasar del deporte lúdico a la práctica deportiva, a la competencia, al diseño de una cultura del deporte pero también de la competencia.

Y políticas públicas del deporte también significan recursos, dinero, planeación, capacitación, adiestramiento, y, una nueva reglamentación en la materia.

En el fondo el fracaso mexicano de Río 2016 es un fracaso de todos.

Al tiempo.

@RicardoAlemanMx

@OpinionLSR