ACOSO ¿DE VICTIMA A VERDUGO?

La Organización Internacional del Trabajo define el acoso sexual como: “Comportamiento en función del sexo, de carácter desagradable y ofensivo para la persona que lo sufre. Para que se trate de acoso sexual es necesaria la confluencia de ambos aspectos negativos: no deseado y ofensivo”.

Por su parte, el 10 de enero de 2018, 100 mujeres encabezadas por la actriz Catherine Deneuve y la escritora Catherine Millet establecieron en su manifiesto en Le Monde: “La violación es un crimen, pero la seducción insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista”.

El acoso es un hecho complejo en su naturaleza que enfrenta a dos protagonistas: la víctima y el victimario para que posteriormente, ambos encaren las controversias políticas, mediáticas y jurídicas que se deriven de la demanda por acoso.

Pero, ¿qué es ser víctima y qué es ser victimario de acoso?

De manera general, el perfil de una persona que se considera víctima se define como aquella que se muestra sumisa, sensible, indefensa que a pesar de ser talentosa en el desempeño de su trabajo, es incapaz de defenderse ante las agresiones de los demás.

Sin embargo, ser víctima también conlleva una ganancia secundaria al otorgar un posicionamiento y una identidad —-soy la persona de la que se conmueven y ayudan—-, esta libre de recibir críticas y queda libre de cualquier responsabilidad.

“La víctima siempre tiene razón y provoca una conmiseración simétrica al odio que se dispensa a su verdugo” (Lamas M, 2018).

Por su parte, el victimario suele ser una persona que tiene cierto poder sobre su presa, se mantiene atento a los movimientos de su víctima a la que persigue y agrede de manera constante, de la que puede sentirse envidioso aunque no lo reconozca, además de influir en los demás para que también dirijan agresiones hacia su víctima.  

En el caso de acoso sexual y derivado del movimiento #METOO, todos los hombres son vistos como sospechosos, victimarios violentos y dominadores y todas las mujeres como víctimas potenciales, impotentes y oprimidas.

Igualmente, ha provocado en la prensa y en las redes sociales una campaña de delaciones y de inculpaciones públicas de individuos a quienes sin que se les permita la posibilidad de responder y defenderse, han sido colocados en el mismo plano que los agresores sexuales, (Lamas M. 2018).

Esta situación, en la mayoría de los casos convierte a los victimarios en víctimas de las que en otra hora era la agredida y ahora es el verdugo que infringe el castigo y de la que termina siendo acosado generalmente mediante las redes sociales.

Lo que no se ha tomado en cuenta es que tanto hombres como mujeres son sensibles a ser víctimas de acoso sexual sólo que por vergüenza, los hombres no se deciden por la denuncia.

Es necesario un acceso a la justicia eficiente cargada de una conciencia certera sobre qué es el acoso, que deslinde apropiadamente conductas e intenciones, miradas y tocamientos, agresiones y torpezas y que no este cargada de prejuicios.

Así, la denuncia de acoso pueda realizarse sin malas intenciones, de frente con nombre y apellido, y la víctima que denuncia alcance la justicia.