AMLO, EL PAPA Y EL PERDÓN AL “POZOLERO”

El secuestro y crimen de estudiantes de cine –cometido en Tonalá, Jalisco-, tiene grandes similitudes con el secuestro y crimen de “los 43” de Ayotzinapa.

Sin embargo, existen diferencias fundamentales; en iguala habrían sido casi 60 los secuestrados y asesinados –según reciente información-, y el crimen de estudiantes en Jalisco no deja ver la intervención de autoridad alguna.

En cambio la trama central –en los dos casos– es casi idéntica; jóvenes que por actos fortuitos quedaron atrapados en medio de la lucha de bandas criminales que “disputan la plaza”; venta y trasiego de droga.

Por eso la primera pregunta. ¿Se pudo evitar el crimen de los jóvenes con la intervención oportuna de alguna autoridad? Diversos especialistas –y el sentido común–, dicen que no. ¿Por qué?

Por qué según lo que se sabe, la trama se desarrolló en las alcantarillas del crimen, a las que cayeron los jóvenes de manera fortuita. Además de que poco o nada se filtra de los meandros criminales a la superficie.

Dicho de otro modo, las peleas entre bandas no se pregonan a los cuatro vientos. Por eso, el crimen de los jóvenes parece un fatal “daño colateral” de la pelea entre bandas que disputan territorios.

Y se impone repreguntar: ¿En esos casos nada nada puede hacer la autoridad? Aquí es donde “la puerca tuerce el rabo”.

Y es que si bien los jóvenes fueron secuestrados, torturados y ejecutados dentro de las coordenadas de la pelea entre bandas criminales, también es cierto que las autoridades municipal y estatal se hacen de la vista gorda. ¿Por qué?

Porque argumentan que la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico es facultad federal y, por tanto, ¡que se maten los narcos, mientras alcaldes y gobernadores voltean para otro lado!

Eso sí, ante una atrocidad como la de los estudiantes de cine, alcaldes y gobernadores lloriquean y todos “cargan” contra el gobierno federal.

Y en el circo de culpas, nadie reconoce que también existe responsabilidad de la sociedad, en general, y de los consumidores de droga, en particular. ¿Por qué?

Por qué las bandas que pelean por los territorios de venta y distribución de droga, nacen, crecen y se reproducen a causa de las leyes del mercado; oferta y demanda de droga.

A mayor demanda de droga se exige un mayor mercado, bandas más grandes, más competencia entre los vendedores de droga, más peleas por los territorios y mayor riesgo para los ciudadanos, en general.

Pero el motor del negocio criminal y el combustible que mueve ese motor están en “la cancha” de los ciudadanos; en el consumo.

¿Pero qué creen? Que en México, el consumo de todo tipo de sustancias es una libertad fundamental. ¿Y entonces? ¿Quién podrá defendernos?

Y aquí aparece otro engaño descomunal del candidato presidencial de Morena. Nos referimos a esas propuestas gemelas pregonadas por López Obrador, como si se tratará de la mismísima revelación divina; la amnistía a criminales y la convocatoria al Papa Francisco para que venga a México a perdonar con abrazos a los criminales. ¡Y con ello se acabaran los balazos!

¿El perdón y los abrazos terminarán con los matarifes y con el “Pozolero” de los jóvenes  sacrificados en Jalisco? ¿Logrará el Papa el milagro de convertir en hombres buenos a los matones y al psicópata “pozolero”?

Miente quien diga que el perdón y la amnistía criminal ha resuelto los problemas de violencia. Y es que en la historia de la humanidad, el perdón y la amnistía han cimentado el feo edificio llamado impunidad.

¿Quién en su sano juicio estaría dispuesto a perdonar a los asesinos de miles de personas víctimas de las bandas criminales? Lo que propone Obrador es un perdón irracional a partir de un atajo que lleva a una dictadura y que apoltrona a un dictador en el poder.

Por lo que hace la “chabacana” invitación al Papa, el origen de esa tontería se localiza en un manotazo de López Obrador a la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM). ¿Lo dudan?

Resulta que el 13 de abril pasado la CEM convocó a todos los candidatos presidenciales. El encuentro entre los obispos y López Obrador fue el peor de todos. El candidato de Morena desdeñó a los jerarcas católicos, evadió sus preguntas sobre inseguridad y violencia y cuando exigieron aclaraciones se levantó y se fue.

En el siguiente acto público de ese día, AMLO sorprendió a propios y extraños con la “puntada” de invitar al Papa cuando asuma el poder.

¿Cuál es el mensaje? Que en un eventual gobierno de Morena, López Obrador “no hablará con el domador de las fieras (con la CEM); hablará con el dueño del circo (con el Papa Francisco)”.

¿Quién podrá protegernos de tales mentirosos?

Al tiempo.