¡ANATOMÍA DEL “PORRO”!

El problema de la proliferación de “porros” en todas las instituciones de educación superior –y no sólo en la UNAM- es que se trata de un negocio de jugosas rentas político-económicas.

En su vertiente política, el “porrismo” sirve para el control de los grupos de poder en las universidades e institutos. Y en todos los casos la línea de mando viene desde la cúspide. Es decir, el control político baja desde los rectores o directores de la institución, pasando por jefes de carreras, prepas o vocacionales.

El control político en una universidad o instituto -como la UNAM y el IPN- resulta indispensable porque todos los centros educativos son potentes centros de empoderamiento y manejo de dinero público. Incluso –con piel de oveja-, los porros existen en prestigiadas instituciones como el Colmex, en donde el control lo tienen lopistas probados.

Y si aún dudan, existen entidades federativas, como Colima, en donde el poder real lo tiene la universidad, y no el gobernador. De hecho, el “Grupo Universidad”, de Colima, es un grupo “porril” que pone y quita gobernadores. En estados como Sinaloa, el segundo poder –por peso político y económico-, es la UAS. Por eso, resulta ridículo suponer que un acto de fe acabará con el “porrismo” en universidades e institutos, como el IPN.

Pero hay más. ¿Cuántos políticos del PRI, PRD y Morena –el mismo Presidente electo vivió por 18 años como “porro” en la UNAM- utilizaron la plataforma del “porro” para llegar a posiciones de poder? ¿Cuántos pasaron de “porros” a “líderes sociales” y luego a ocupar puestos de elección popular?

En rigor, acabar con la mítica figura del “porro” es atentar contra la historia misma de los viejos partidos -como el PRI y PRD-, y derribar el origen de ese joven viejo llamado Morena.

En la cara económica, las rentas del “porrismo” van del ambulantaje -dentro y fuera de las instalaciones educativas-, hasta ese tonel de rica miel llamado “narcomenudeo”, “negocio que salpica a todos”, según testimonios de “porros” consultados. ¿Y quiénes son todos?

A la rectoría de la UNAM, a la dirección del IPN y, en general, a la cúspide de las instituciones de educación superior llega el beneficio de las rentas económicas del porrismo. La “cascada de dinero” derrama a todas las instancias. Y el fenómeno es pariente de las jefaturas delegacionales de la capital del país.

En cada demarcación, el delegado en turno recibe “el niño” –paquete de dinero en efectivo-, producto de las cuotas del ambulantaje, giros negros y el “narcomenudeo”. Dinero sucio que llega limpio a directores, rectores y jefes de carreras y preparatorias y derrama a vigilantes, policías y líderes porriles.

En casos más sofisticados, el “porro” no pide en monetario, sino que le pagan con el permiso para rentar espacios al ambulantaje y territorios para el desempeño de los “dealers”. Es el “porro-empresa”.

¿Alguien cree, con dos dedos de frente, que un Gobierno de “porros” acabará con los “porros”?

Al tiempo.