Chile le da la espalda a la izquierda

En sus elecciones presidenciales de este domingo, Chile dio un “giro a la derecha”.

En sus elecciones presidenciales de este domingo, Chile dio un “giro a la derecha”.

El ex presidente Sebastián Piñera, que ya había gobernado el país entre 2010 y 2014, se impuso al candidato Alejandro Guillier, de Nueva Mayoría, la fuerza política de la presidenta Michelle Bachelet, de tendencia centro-izquierda.

En la primera vuelta de las elecciones presidenciales, Piñera y su coalición derechista denominada Chile Vamos avanzaron con comidad al balotaje, con 36 por ciento de los votos, mientras que el candidato oficialista Alejandro Guillier pasó penurias al alcanzar tan sólo 23 por ciento de las sufragios. Afuera se quedó la candidata del Frente Amplio –izquierda radical– Beatriz Sánchez, con 20.2 por ciento y el pinochetista José Antonio Kast, con cinco por ciento.

Ya en la segunda vuelta, el triunfo de Piñera fue contundente: 54.5 por ciento de los votos; nueve puntos de ventaja sobre Guillier, quien obtuvo 45.5 por ciento.

El triunfo de la derecha se explica –de acuerdo con los analistas– por diversos factores. Pero uno de los más importantes es que por increíble que parezca, una buena parte del voto de la izquierda radical, el Frente Amplio, se fue hacia Piñera y no hacia el centro-izquierda.

Es decir que a pesar de la clara polarización ideológica entre los partidos, los ciudadanos chilenos realizaron un voto menos ideologizado, y decidieron en función de la simpatía o antipatía por un candidato.

Sin embargo, la derrota del oficialismo chileno sí representa un serio revés para la izquierda en aquél país.

Durante su gobierno, la presidenta Bachelet se vio acosada por los escándalos de corrupción de su hijo, Sebastián Dávalos. Pero luchó contra la oposición y logró imponer reformas básicas que cualquier gobierno que se precie de ser “de izquierda” debería empujar: impulsó la legalización del aborto, amplió los derechos de los trabajadores sindicalizados, hizo que las grandes empresas sean quienes paguen más impuestos y reformó la educación de un país que se distinguía por su privatización.

Sin embargo, Piñera y la derecha ganaron con un discurso sencillo: lograron vender la idea de que votar por la izquierda equivaldría a convertir a Chile en Venezuela, e incluso adoptaron el término “Chilezuela”. Y para contrastar, prometieron crecimiento económico, “empleo para todos” y “mano dura contra la delincuencia y los migrantes” –sí, mano dura contra los migrantes, al estilo Donald Trump–.

Entonces, ¿qué nos dicen las elecciones chilenas sobre la correlación de fuerzas entre izquierda y derecha en latinoamérica? Y en particular, ¿qué lecciones deja el caso chileno para los comicios del próximo año en México?

En primer lugar, parece que el giro a la derecha de Chile no es un caso aislado. Algo similar ocurrió en Argentina, donde luego del gobierno izquierdista de Cristina Fernández, los electores prefirieron al empresario derechista Mauricio Macri, quien de hecho tiene un perfil similar al de Piñera.

Por otro lado, también parece una tendencia la “desideologización” del voto. En México muchos se rasgan las vestiduras por las alianzas contranatura entre PAN y PRD, o entre Morena y PES. Pero al parecer, los votantes votan cada vez menos en función de la dicotomía izquierda-derecha, y sufragan de acuerdo con simpatías o antipatías. En ese sentido, sabemos cuál es el techo de votos y también los niveles de negativos del candidato que encabeza las encuestas.

Finalmente, el caso mexicano podría terminar siendo similar al chileno en otro aspecto: la prioridad que da el electorado a la estabilidad económica y al empleo, así como el rechazo a todo lo que se parezca a Venezuela. En ese sentido, también ya sabemos quiénes representan la continuidad del modelo económico, y a quién se asocia con el régimen chavista. Ya vimos esa narrativa en las elecciones de 2006, y al parecer, la volveremos a ver en 2018.

¿Se repetirá la historia?