El pasado jueves el Estado mexicano sufrió una de sus más grandes vergüenzas en cuestión de seguridad, la realidad es que uno de los narcotraficantes más buscados, Ovidio Guzmán López, fue dejado en libertad con la justificación de que era necesario para evitarse hasta 200 muertes.
Sin embargo, las cifras del presidente Andrés Manuel López Obrador sobre mexicanos que han perdido la vida tan sólo en el inicio de su sexenio lo dejan como el gobernante con la administración más violenta de la historia con sus no agradables 30 mil 410 muertos en 320 días.
Mientras el Gabinete de Seguridad se contradice y acepta que ya tenían ubicado al hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán pero que la forma en la que decidieron detenerlo no fue la correcta, el titular del Ejecutivo insiste en que su respaldo apoyó una decisión “humanista”.
Y es que habrá que cuestionar si dejando a un narcotraficante libre, importante miembro del Cártel de Sinaloa, no estará arriesgando más vidas de las que, afirma, salvó hace dos días; grupos criminales que transportan y distribuyen la droga que se ha llevado a miles de mexicanos que, como lo reiteró esta tarde, son inocentes pero que cayeron en las garras de las sustancias ilegales.
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Grupos criminales que no se tientan el corazón y reclutan a pequeños desde los 10 años como carne de cañón para secuestrar, extorsionar y asesinar sin la más mínima consecuencia. Aquellos que utilizan a las mujeres como esclavas sexuales y que no les importa denigrarlas porque pues “para eso sirven”.
¿En verdad el Gobierno mexicano, el presidente y las Fuerzas Armadas nos hicieron un favor al no detener a un criminal?
Con datos de Contrapeso Ciudadano.
