DE IZQUIERDAS Y DERECHAS

La política solo fracasa si fracasa la palabra
Carlos Castillo Peraza

En las monótonas y vacuas conferencias mañaneras, el presidente López Obrador expresó: “La derecha, además de la hipocresía y de caracterizarse de ser muy corruptos, son muy mezquinos”. Me siento obligado a responder.

Estudié, a mucha honra, en la Universidad Veracruzana. Entonces el tema obligado era definirse: de izquierda o de derecha. Me sentía atraído por las tesis revolucionarias y llegué a coquetear con las juventudes masónicas, era un rabioso jacobino. Con el estudio del Derecho, me enamoré de mi profesión, influenciado por un maestro joven, elocuente y con gran pasión por las escuelas filosóficas jurídicas y el derecho natural, quien se definía como neo tomista. Se le ubicaba como de derecha. En 1964 surgió una huelga pidiendo su renuncia. Como izquierdista me sumé al movimiento. Logramos nuestro propósito y aquel excelente maestro renunció. Vivió unos pocos años con amargura y frustración. Tuve oportunidad de saludarlo y él respondió con cordialidad y generosidad. Hoy es de las decisiones de las que más me arrepiento. Participé en el movimiento de 1968 y casi me incorporo a las juventudes comunistas. Desde entonces mi vida política ha sido de contrastes y dudas en un recorrido difícil por escabrosos senderos, enfrentando difíciles encrucijadas.

Leí hace más de 30 años Caudillos culturales de la Revolución Mexicana de Enrique Krauze y de ahí nació mi admiración por Manuel Gómez Morin como ser humano, ideólogo y político. Ello me condujo, después de mi renuncia al PRI en 1994 al no ser postulado como senador, a militar en el PAN, el único partido hoy, con identidad y cuya doctrina nos da respuestas puntuales a las grandes interrogantes del siglo XXI. Con ese acervo, hago algunas precisiones.

No creo que haya corruptos de derecha o de izquierda, simplemente sé es corrupto, punto. La hipocresía se da en todo ser humano y el autoritarismo es una actitud que aparenta una idiosincrasia para justificar decisiones arbitrarias. Tampoco distingo ideológicamente a las dictaduras, son simplemente contrarias al Estado de derecho. Ser de izquierda es cómodo, constituye un escudo y un fuero para la demagogia y la corrupción. En América Latina, cuando ha asumido el poder, generalmente ha carecido de vocación democrática.

Soy conservador, en las palabras de Lucas Alamán: “Nosotros nos llamamos conservadores. ¿Sabéis por qué? Porque queremos primeramente conservar la débil vida que le queda a esta sociedad a quien habéis herido de muerte; y después de volverle el vigor y la lozanía que puede y debe tener”. Los prin20cipios de la física de Newton influyeron en su contemporáneo John Locke, uno de los teóricos más relevantes de la división de poderes, “La reacción es la acción que se resiste a otra acción actuando en sentido contrario a ella”. Considero mi deber reaccionar y oponerme a lo que creo contrario a mis principios, por ejemplo, algunas decisiones del nuevo gobierno. Por lo tanto, también soy reaccionario.

No veo nada nuevo en el neoliberalismo que no puedan suscribir los pensadores originales. Por lo tanto, por congruencia, soy neoliberal.

El llamado nacionalismo revolucionario, que con preocupación veo resurgir, es la causa de nuestros males. La pobreza es uno de nuestros mayores problemas. Sin embargo, cuando surge el dilema entre igualdad y libertad, siempre le he dado prioridad a la libertad.

Ya dije lo que soy, afirmo lo que no soy: ni hipócrita, ni corrupto, ni mezquino, ni mucho menos canalla. Hay falsos debates, dilemas obsoletos. Sin tolerancia e instituciones de contención como muchos teóricos de la política insisten, será difícil consolidar nuestra precaria democracia.