Deuda creciente

Entre tantas promesas del actual Presidente, una que le sirvió para congraciarse con empresarios y financieros fue que no habría desorden fiscal, y por lo tanto no crecería la deuda. Es más, tendríamos superávit primario (es decir, ingresos menos gastos, sin contar el servicio del financiamiento), y con ello la deuda se reduciría en comparación con el tamaño de la economía.

Van pocos meses de gobierno, pero ya tenemos seis que podemos revisar. Desde el inicio de diciembre hasta el cierre de mayo, la deuda neta total del sector público ha crecido en 116,051 millones de pesos, compuestos por más deuda interna en 276 mil millones, y menos deuda externa por 161 mil millones. Puede parecer mucho dinero, pero no es relevante. Es un incremento de 1.1% frente al cierre de la administración pasada.

Pero el actual gobierno no empezó el 1 de diciembre, salvo en los registros. La verdad es que López Obrador empezó a gobernar varios meses antes. Yo creo que podríamos fijar el 1 de septiembre como inicio de su gobierno, en tanto que a partir de ese día contó con el control absoluto del Congreso, y la ausencia del presidente saliente. Todo giraba alrededor de él, como puede documentar cualquiera en la hemeroteca. De hecho, ya habíamos comentado cómo incluso desde antes el gobierno de Peña Nieto aceptó cargar todo el IEPS a gasolinas y diesel para darle margen a la nueva administración de fingir que no habría aumentos.

Así que si empezamos la contabilidad desde octubre, resulta que la deuda ha crecido en 481 mil millones, que es 4.6% de incremento, y ya no es poca cosa. Este incremento (sigo hablando de deuda neta) fue de 346 mil millones en deuda interna y casi 135 mil millones en deuda externa (todo en pesos). Entonces, al igual que con los combustibles, lo que hizo el gobierno de López Obrador fue pedir (exigir, ordenar) al gobierno saliente que cargase el costo del ajuste, para entonces aparentar que cumplía con sus promesas.

Desde octubre, como proporción de la economía (porcentaje del PIB), la deuda neta interna pasó de 110 a 114%, mientras que la externa se incrementó en casi un punto porcentual. La deuda neta total crece 4.5 puntos del PIB en esos ocho meses, y regresa al nivel más alto registrado, que ocurrió a fines de 2016 e inicios de 2017.

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Ahora bien, este incremento de deuda tiene un elemento adicional que no se debe menospreciar: ocurre a corto plazo. Mientras que al inicio de octubre la proporción de deuda del gobierno mexicano a largo plazo era del 98.6% del total, para mayo es de 96.1%. Uno podría decir que nada más son 2.5 puntos, y que no es mucho, pero hacía tiempo que no estábamos en este nivel. Si excluye usted lo ocurrido durante la crisis de 2008, que obligó a movimientos muy fuertes en ciertos meses, hay que regresar a 2005 para encontrar una menor proporción de deuda de largo plazo. O visto al revés, una dependencia mayor del corto plazo.

Como comparación, durante el gobierno de Carlos Salinas, la proporción de deuda de largo plazo cayó 6 puntos en 4 años, y usted recordará la crisis de fin de sexenio. Tardamos doce años, con Zedillo y Fox, en recuperar las cosas. Ahora nos hemos ajustado 2.5 puntos en ocho meses.

López Obrador puede decir que ha cumplido lo prometido, si no consideramos las acciones previas a la toma de posesión. Para los mercados internacionales y las calificadoras, sin embargo, eso es totalmente irrelevante. El hecho es que hoy México tiene más deuda, y menos plazo para pagarla, de lo que tenía en septiembre pasado. Luego no digan que no sabían.