Día de perros

Especial

La jornada empezó con una riesgosa delación impuesta por el presidente al secretario de la Defensa, Luis Crescencio Sandoval.

Presionado por el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, el general Sandoval dio el nombre y apellido del coronel del grupo antidrogas al que hacen responsable de haber actuado “sin autorización” en el fiasco de Culiacán.

En congruencia con lo que escribimos, no citaremos el nombre del coronel balconeado.

Es un asunto muy grave. No sólo pone en riesgo la vida del citado coronel, sino la de toda su familia.

* Apenas podía creer lo que escuchaba en la mañanera. En vivo y en directo se transmitía el lamentable chivatazo. Le quitaban el anonimato, que es el mejor escudo del coronel. Los cárteles de la droga no se andan con miramientos.

A la memoria me vino el caso del asesinato en Tabasco, en 2009, de Melquisedec Angulo Córdova, suboficial de las Fuerzas Especiales de la Marina, quien participó en el operativo donde fue ultimado Arturo Beltrán Leyva, Jefe de jefes.

Fue honrado como un héroe durante su funeral, transmitido por los medios electrónicos, el 21 de diciembre de 2009 desde Tabasco. Allí estuvo la falla. Se reveló su identidad.

Al día siguiente, un grupo armado asesinó a la madre, una hermana, un hermano y una tía de Melquisedec.

No hay duda que el coronel delatado y su familia deben tener la protección del Estado. El expresidente Calderón sugiere nombrarlo agregado militar en algún país.

“Lo que le pase a él y a los suyos es ya responsabilidad de quien ordenó exponerlo”, puntualizó en redes sociales el expresidente de la República.

* Patético lo que escuchamos en boca de Alfonso Durazo para justificar los injustificable en el fiasco de Culiacán, durante su comparecencia en la Cámara de Diputados.

Todos vimos el video donde Ovidio se rinde. Hay escenas donde aparece hincado y contra la pared. En otras, lo vemos en una llamada de celular en la que pide a sus cómplices “ya párenle, me entregué, no quiero desmadres…”.

Pero ayer el secretario de Seguridad dijo inexplicablemente que no ordenaron la liberación de nadie. “No contamos con orden de cateo. Es una falta enorme al debido proceso”, subrayó.

¡Ah, jijos! ¿Y no había flagrancia? ¿No era un polvorín Culiacán por su captura? ¿No vigilaban sus movimientos durante días? Peor. El secretario Durazo dijo que El Chapito no tiene orden de aprehensión en México.

¿Y entonces por qué siguieron sus movimientos durante días? ¿A petición de la DEA? ¿Qué no dijo el Presidente que no recibía instrucciones de Washington?

A Durazo le fue mal en la larguísima comparecencia. Por momentos no pudo esconder su enfado. Alzó la voz, descalificó a la oposición y hasta utilizó el término “traidores.”

Quedó claro que trae a los panistas atravesados. Le avergüenza su pasado con Vicente Fox. Le faltó lo que él mismo pondera como cualidad indispensable: temple.

A los perredistas les dijo que no tienen calidad moral para criticar, luego de que se unieron al coro que pedía su renuncia.

A los priistas, partido en el que también militó, sí los alabó. Y es que no lo criticaron, ni le reprocharon su falta de conocimiento del tema seguridad. Tampoco pidieron su renuncia. Les dio trato de “políticos de Estado”.

Las sonrisas fueron para los de Morena, el PT, y el PES.

Nos quedó claro que no va a renunciar. No tiene esos tamaños.

“Soy especialista en políticas públicas, tengo dos doctorados: pasé por esta Cámara. Le voy a presumir que conozco como pocos la administración pública”, remató.

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* No puedo terminar el texto sin manifestar mi solidaridad con el periodista Luis Cardona, quien apenas se estrenaba con corresponsal de La Opción, de Chihuahua en la mañanera.

Le fue retirada su acreditación por cuestionar al Presidente con el tema Culiacán. “¡Ya basta!”, dijo AMLO.

El Presidente terminó abruptamente la muy alborotada conferencia que dio luz, ahora sí, a una protesta, casi colectiva, de los periodistas.  Parafraseó a Francisco I. Madero para tratarlos de perros: “muerden la mano de quien les quitó el bozal”.

Tache al improvisado director de Comunicación Social de la Presidencia, Jesús Ramírez.  Desde que llegó al cargo no ha hecho más que esparcir calumnias, reconvenir a periodistas que hacen preguntas incómodas, y mostrar su desdén por reporteros de la fuente que no se subordinan.

Hay que tener paciencia. Sólo faltan cinco años.