Dilma se va… se va…

Todo el mundo sabe que la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, enfrenta uno de los peores momentos de su gobierno.

Todo el mundo sabe que tanto Dilma como su padre político —Luiz Inacio Lula da Silva—, se encuentran al borde del risco por los escándalos de corrupción que los involucran directamente.

Y todo el mundo sabe que, en este momento, la presidenta carioca vive bajo amenaza de perder el cargo por la vía de un juicio político en su contra.

Hasta hace horas, muchos decían que Dilma se mantendría en el cargo pues daría la batalla en el congreso brasileño y saldría bien librada.

No obstante, este martes cambió la suerte de Rousseff.

Resulta que el Partido del Movimiento Democrático Brasileño —el principal aliado del Partido del Trabajo, en el cual milita Dilma—, abandonó la coalición de gobierno.

Es decir, que la causa de Dilma podría perder los 65 diputados que militan en dicha agrupación.

O si lo prefiere, que aun con todos sus aliados, Dilma se quedaría lejos de los 171 parlamentarios que requiere para frenar un juicio político en su contra.

En este momento, según cifras optimistas, Dilma contaría con el respaldo de 59 legisladores del PT y algunos partidos pequeños de izquierda. En otras palabras, que sin los 65 diputados del PMDB, los días de Dilma estarían contados.

Pero hay más.

El Partido del Movimiento Democrático Brasileño cuenta con seis ministros en la presidencia de Dilma —uno ya renunció—, además; el vicepresidente del Brasil está afiliado a esta agrupación.

De modo que, si las cosas mantienen el rumbo esperado, los ministros renunciarían —uno a uno—, alimentarían el descontrol, la incertidumbre, y acelerarían la caída de Dilma.

Eso sí, el vicepresidente del Gobierno, Michel Temer, advirtió que no dejará el puesto. Y es que, de caer Dilma, él quedaría frente al país.

Aparentemente, la señora Rousseff es víctima de una emboscada. Sus principales aliados le darían la espalda para ocupar su puesto. Mientras tanto, la justicia brasileña persigue a su antecesor, Lula da Silva; quien a su vez negocia con los diputados para tratar de evitar nuevas renuncias.

En la cabeza de Dilma seguramente se escucha el tic-tac de un reloj. Todo deja ver que sus días en el gobierno brasileño están contados.

Dilma se va… se va…