Uno de los postulados básicos del sistema político mexicano es la no reelección. Lo anterior, no es un capricho sino una consecuencia de situaciones vividas a lo largo de distintos momentos en nuestro país.
Muchísimas vidas de mexicanos se perdieron luchando en contra de las imposiciones y de que tal o cual personaje se perpetuara en el poder.
Para conjurar el riesgo de que la ambición ciegue al gobernante y éste concentre gran cantidad de poder en sus facultades, es que en este país, se consagró en la ley, el principio de la no reelección.
Diferentes personajes de nuestra historia moderna, algunos tan ominosos como Calles y Lázaro Cárdenas la respetaron y pudieron vencer la tentación de perpetuarse en el poder.
En un presidente que concentra tanto poder como Andrés Manuel López Obrador, la tentación de la reelección se encuentra presente y lo que preocupa sobremanera en su caso, es que insista tanto en que no lo hará, aunque nadie le pregunte si pretende reelegirse.
Y nadie le pregunta cosa semejante a López Obrador, porque la imposibilidad de reelegirse, se encuentra consagrada en la constitución de 1917 y no hay nada más que discutir.
Cumplir con el precepto antireeleccionista no es una graciosa concesión de la autoridad, sino simplemente la aplicación de lo plasmado en los textos legales.
Así que si otras personas pretenden plasmar lo anterior, como un sacrificio del primer mandatario, que ofrenda sus ambiciones a la buena marcha de la nación, mienten de todas, todas.
Y no abona a la tranquilidad, ni a la normalidad democrática del país, la forzada ampliación del periodo gubernamental suscitada en Baja California, donde el congreso local extendió de dos a cinco años, la gestión del primer mandatario y que muchos mal pensados consideramos, es parte de un experimento social para ver como reacciona la gente en un caso semejante o en una situación igual de parecida en lo polémico (la reelección, por ejemplo).
Es una pésima señal para el ámbito político-partidista que la dirigente nacional del partido en el poder, justifique que se violente el marco normativo en vigor y más aún, afirme que se trata de una pequeña trampa, que es legítimo hacer.
A nada positivo pueden llevar esas actitudes, tanto al primer mandatario como a su partido. Si persisten en ello, pagarán un alto costo político y van a convulsionar al país, mucho más de lo que ya está.
Que no se quejen entonces de lo que suceda. Conste que se los decimos a muy buen tiempo.
Dios, Patria y Libertad
