El caso del joven que no aparecía

Fue triste y lamentable: la historia de la desaparición, extravío y aparición de Marco Antonio Sánchez Flores resultó una tragedia humana, una violación de una serie de derechos elementales del joven y una muestra de oportunismo político por parte de sectores más interesados en lo electoral.

Se trató de una cadena de errores que impidió que el gobierno de Miguel Mancera pudiera reaccionar con oportunidad y claridad: no funcionaron las cámaras del C-5 en la zona de la detención momentánea del joven, tampoco las cámaras de la patrulla donde fue subido por unos minutos.

Y, lo peor, llegó muy tarde la detallada información que ofreció anoche el Jefe de Gobierno sobre el caso y que permitió que, en unos 30 minutos, la llamada telefónica de un ciudadano informara que Marco Antonio Sánchez Flores estaba deambulando por su calle, en el Estado de México.

La tardía aparición en medios de Mancera contribuyó a que los perseguidores de oportunidades políticas construyeran una historia creíble y fuerte de “desaparición forzada” en la capital del país, que provocó denuncias de la UNAM, del Alto Comisionado de la ONU, el Redim, Amnistía Internacional…

Pero esto no puede acabar en el reencuentro del joven con su familia: el Procurador, el Jefe de la SSP, la vocera, quedan obligados a revisar los fallos que propiciaron las violaciones de los protocolos y el vacío informativo. Se les hubiera querido ver más activos. Al menos en público.

De otro lado, se vieron las costuras a quienes alimentaron con dolo un caso de desaparición forzada: los carteles con el rótulo ¿Dónde está?, impresos para aderezar una campaña con inevitables tintes electorales, insistieron absurdamente en mostrar a un Marco Antonio diferente al actual.

Las pancartas presentaban a un chico con una media filiación con varios años de diferencia, para hacerlo ver menor, cuando era igual de criminal que la desaparición hubiese sido a una o a otra edad. ¿Para qué la foto de un Marco Antonio casi adolescente de abundante cabello y mirada infantil?

¿Para qué? Si el Marco Antonio que felizmente apareció anoche es un joven de cabello corto, cuya imagen tiene poco que ver con la de los carteles con el rótulo ¿Dónde está? La manipulación era innecesaria, pues bajo cualquier circunstancia era condenable la desaparición del chico.

Pero nada de eso limpia un ápice la tardanza en dar la cara por parte de las autoridades capitalinas: estuvieron ausentes en 72 horas cruciales, tantas que llegaron a aparentar poca sensibilidad ante un caso que le dio la vuelta al mundo.

Faltaron reflejos rápidos, información de calidad y oportunidad para posicionar la realidad de que el gobierno sí estaba trabajando en el caso.

Porque sí estaba trabajando, eh.