El PAN de Ricardo Anaya; ¡traición y corruptelas!

En muchas ocasiones hemos dicho que el parricidio político –es decir, el asesinato del padre político–, es parte de la política misma.

Y en México ese parricidio es moneda de curso corriente; el general y presidente Cárdenas mató a Calles, su padre político; Ernesto Zedillo mató políticamente a Carlos Salinas; el señor López Obrador mató políticamente a Cuauhtémoc Cárdenas y Miguel Mancera mató a su padre política, Marcelo Ebrard.

En los partidos el parricidio es la llave que abre la puerta a la dirigencia nacional. Y el mejor ejemplo de parricidio político lo dio en dos momentos el mal llamado “joven maravilla” del PAN, Ricardo Anaya, quien no sólo mató políticamente a su padre, Gustavo Madero, sino que hace pocos días le dio el tiro de gracia.

Y es que –como documentamos aquí en cinco entregas entre 2015 y 2016–, Ricardo Anaya llegó a la presidencia del PAN gracias a dos hechos fortuitos.

Primero, que gracias al “cultivo yucateco”, Anaya se convirtió en “hijo predilecto” de Madero –quien nunca escuchó las advertencias de que Anaya no era confiable y que lo traicionaría–, y segundo, que el ingenuo Madero creyó las promesas de Anaya de que una vez en la jefatura del PAN, el queretano haría coordinador de los diputados azules a Madero y luego jefe de San Lázaro.

Es decir, que Gustavo Madero creyó que al impulsar a Anaya como jefe nacional del PAN, pondría al frente del partido al mejor garante de sus aspiraciones presidenciales, en mancuerna con Rafael Moreno Valle, el ambicioso y desacreditado gobernador de Puebla.

¿Pero qué creen?

Pues nada, que Ricardo Anaya, vigilante de los caudales de Gustavo Madero en la bóveda llamada PAN, pronto se apoderó del capital político del partido –mediante el robo de los spots–, para luego matar políticamente a Madero y luego traicionar a Rafael Moreno Valle. En pocos meses, Anaya se adueño del banco azul. Perdón, del partido.

Pero la ambición sin límite de Madero no es novedad. Aquí la documentamos desde que en 2009 Anaya fue el gran responsable de la derrota del gobernador panista Francisco Garrido, en Querétaro. Resulta que el “joven maravilla” era brazo derecho de Garrido, al que traicionó y por cuyas raterías el PAN fue derrotado.

En realidad las traiciones de Anaya las conocen todos los panistas, lo mismo que su proclividad a las pillerías, una de ellas robar todos los spots

del PAN en la elección de junio pasado, para posicionarse como un meteórico aspirante presidencial.

Y si lo dudan, un ejemplo. El 6 de julio de 2015 aquí advertimos lo hoy es sabido por todos: “Ricardo Anaya puede decir misa, puede ignorar la relación padre-hijo que lo mantiene estrechamente unido a Madero, pero al final del camino sabe que no existe otra alternativa para construir su propia carrera política, su liderazgo y su propio futuro, que soltar “el lastre” que ya hoy le significa su padre, el señor Gustavo Madero. Ricardo Anaya será otro parricida político”.

En efecto, Anaya no sólo traicionó a Madero al negar la coordinación de los diputados del PAN, sino que lo mató al negar la jefatura de la Cámara de Diputados. Es decir, Ricardo Anaya rompió su promesa con Madero y su pacto con Moreno Valle. ¿Por qué?

Porque la ambición por una candidatura presidencial “atolondra a los inteligentes y apendeja a los tontos”. ¿En cual de los extremos están Madero, Moreno Valle y Anaya?

Pero lo cuestionable de los mensajes es que Ricardo Anaya impuso como jefe de San Lázaro –al PAN le toca presidir la Cámara de Diputados el segundo año de la actual legislatura–, al mayor de los corruptos; a Javier Bolaños.

El 2 de agosto, aquí dijimos que la lista de potenciales aspirantes a presidir la Cámara de Diputados la encabezaba “El Mago”, Javier Bolaños, quien “desapareció” 200 millones de pesos durante el gobierno ladrón del panista Sergio Estrada Cajigal en Morelos. Anaya perfila una rata al gobierno de Morelos.

¿Dónde quedó la lucha contra los rateros, señor Anaya?

Al tiempo.