¡El populismo no es de izquierda!

El PRD experimentó una severa derrota electoral, de la que resulta, el que no pocos militantes se cuestionen acerca de nuestra viabilidad en la perspectiva política de la izquierda en México.

Tengo en mi parecer, que el elemento principal que alimenta la duda sobre la viabilidad del PRD, se encuentra en la idea –me la repite con insistencia un querido compañero– de que cometimos un error estratégico en las pasadas elecciones, pues insiste en que “el PRD debería ser parte importante de la alianza gobernante que encabeza morena”.  

Otro compañero –con el cual he militado durante muchos años en varias formaciones de izquierda –me reitera que “debimos haber seguido el camino de compañeros que formados políticamente en el marxismo y habiendo militado en el PRD, ahora se encuentran del lado de López Obrador”.

Entiendo que tales dudas y cuestionamientos no se resolverán, en uno u otro sentido, tan solo con el paso del tiempo, pero menos aun podríamos construir alguna certidumbre en la viabilidad de la izquierda democrática, si solo somos observadores del accionar gubernamental; si paralizados, solo esperamos que le vaya mal al gobierno para que nos vaya bien a nosotros. Esto sería no solo un error sino además una mezquindad.

Es verdad que el presidente electo comete error tras error, y también es cierto que, como oposición democrática, debemos señalarlos de manera puntual; pero al mismo tiempo debemos presentar alternativas viables y mejores a un programa de gobierno populista como es el que enarbola AMLO. Hay que convencernos de que una parte fundamental de la estrategia de una izquierda democrática consiste en la confrontación clara y abierta al populismo autoritario. Esto es correcto desde el punto de vista estratégico, y también lo es desde la ética política.

Pero la crítica al populismo de López Obrador no hay que realizarla desde posiciones de una derecha rancia y atrasada, sino en sentido contrario, hay que criticar al populismo desde la perspectiva de la izquierda democrática y progresista.

¿Es posible ofrecer una alternativa de izquierda al populismo?, se pregunta Ludolfo Paramio. No es fácil, pues como lo explica el profesor, y como lo creen ciegamente muchos militantes de izquierda en México, el populismo de López Obrador aparecería ya como una expresión de políticas de izquierda.

López obrador aparece como un político de izquierda a partir de que se ha comprometido en la aplicación de políticas de carácter social que combaten, afirma, la desigualdad y la pobreza. Pero no es así, pues lo que AMLO entiende como política social, son en la realidad concreta, programas asistenciales, característicos del régimen priista, y que fueron diseñados y construidos especialmente para el control político de las masas populares.  Esas políticas clientelares ya fueron aplicadas durante décadas por el priismo, ya fueron puestas en práctica por el propio López Obrador desde el año del 2000 en la ciudad capital del país, y en la realidad, la desigualdad social no ha sufrido cambios sustantivos pues los índices de desigualdad y de pobreza son los mismos que existían 20 o 30 años atrás. El populismo no combate la pobreza ni tiene formulas tangibles, verdaderas, eficaces que permitan avances hacia la igualdad social.   

Pero si el populismo no es un modelo de gobierno que combata con eficacia la pobreza, si podrá ser –dicen los simpatizantes de Andrés Manuel que antes militaron en la izquierda– un proyecto para desarrollar un nuevo sistema político democrático que substituya al régimen de partido de Estado priista. La respuesta es tajante. ¡No! pues en los hechos, el modelo político que propone López Obrador es una restauración del priismo concentrador del poder en un solo individuo, es un regreso al presidencialismo autoritario.   

AMLO no propone abrir cauces para la democracia; en sentido contrario los cierra, y lo que ofrece es el liderazgo mesiánico tan nocivo como frecuente en Latinoamérica.

El populismo no es un proyecto democrático, y en sentido contrario, lo que si hace es dividir a la sociedad de manera maniquea entre un pueblo bueno y uno malo; entre ciudadanos leales a la patria y otros que le traicionan; entre una mafia del poder y un comité de salud pública; entre una prensa amafiada con los poderosos y otra que le es leal al caudillo.

Ante esta situación el desafío principal de la izquierda democrática en México no es el populismo de López Obrador. La izquierda democrática se podrá convertir en alternativa solo si logra ganar la batalla de las ideas, esto es: solo si es capaz de presentar desde ahora políticas publicas realmente eficaces para contribuir a que crezca la economía, a que se generen empleos dignos y bien remunerados, a que se logre seguridad con estabilidad; legalidad y paz, y a que se amplíen las avenidas para la participación democrática de las y los ciudadanos en las definiciones fundamentales del país.

Jesús Ortega Martínez.