El populismo y el regreso a la dictadura perfecta

Vargas Llosa es un buen escritor, pero un mal político”, fue la respuesta de López Obrador a la declaración que hizo el escritor peruano sobre los riesgos de que México cayera en una democracia populista estilo Venezuela. Como es costumbre, el candidato de Morena descalifica, minimiza, no responde nada, ni siquiera a las evidentes contradicciones programáticas, a las candidaturas cuestionadas, a opiniones que no sean zalameras con él o su gente.

Vargas Llosa no es apenas un buen escritor, es uno de los mejores escritores en el mundo. Es también un gran pensador político. Los mismos que ahora se enojan y lo descalifican porque advirtió (precisamente en la presentación de un libro donde hace una defensa férrea de las ideas liberales) que López Obrador puede llevar a México hacia una situación similar a la de Venezuela, son los que elogiaban a Vargas Llosa cuando calificó al país como una “dictadura perfecta”.

Es verdad que la única vez que Vargas Llosa incursionó de lleno en la política, perdió en una segunda vuelta las elecciones en Perú, precisamente, contra lo que representaba lo peor de lo que sería una “democracia” populista, autoritaria y violadora de los derechos humanos como lo fue la de Alberto
Fujimori
. A éste también lo apoyaron muchas fuerzas que se decían progresistas en la segunda vuelta para rechazar la visión liberal, abierta de Vargas
Llosa
.

En ese entonces ya advertía del peligro populista y sobre hacia dónde llevaría a su país la política de Fujimori. Las memorias de esa campaña, tituladas El pez en el agua, son un recorrido notable por los vaivenes de la política electoral de un país, Perú, tan volátil social y, políticamente, como el nuestro.

La semana pasada, entrevistado por Maite Rico, respecto a su nuevo libro La llamada de la tribuVargas Llosa insistió en que “el mayor enemigo hoy es el populismo. No hay nadie medianamente cuerdo que quiera para su país un modelo como el de Corea del Norte o el de Cuba, o el de Venezuela; el marxismo es ya marginal en la vida política, pero no así el populismo, que corrompe las democracias desde dentro, es mucho más sinuoso que una ideología, es una práctica a la que por desgracia son muy propensas las democracias débiles, las democracias primerizas”.

Días después en la presentación del libro afirmó que “mi esperanza es que haya suficiente lucidez en México como para saber a dónde conduce ese suicidio que es votar por el populismo, la demagogia, por recetas que están fracasadas en el mundo entero… Sería, verdaderamente, trágico para México, donde hay algunas cosas que andan mal, pero algunas que andan bastante bien. Hay que esperar que el populismo no gane”.

Es una reflexión válida de un pensador que tiene un sentido político agudo y sofisticado y que se ha distinguido por sus críticas al autoritarismo y el nacionalismo populista. Andrés Manuel puede decir que es un “mal político” para descalificarlo, pero no nos dice por qué y mucho menos explica por qué él mismo no tendría que ser considerado un populista que postula “recetas fracasadas en el mundo entero”.

Hay respuestas simples que muestran el rostro real de Andrés Manuel. Por ejemplo, ha dicho que no aceptará la Reforma Energética y públicamente ha declarado que los inversionistas (que llevan ya invertidos miles de millones en los proyectos energéticos) se atuvieran a las consecuencias porque cuando él llegara al poder iba a cambiar las leyes. Se declaró en contra de la Reforma Educativa y recibe el apoyo de la Coordinadora, pero ahora también el de Elba Esther Gordillo.

Dice que combatirá la corrupción y pone en las listas de senadores a Napoleón Gómez Urrutia, acusado de haberse robado 55 millones de dólares de los trabajadores. Dice que dará amnistía a narcontraficantes y delincuentes y comienza colocando en la lista de senadores a Nestora Salgado, acusada de haber realizado más de 50 secuestros en Guerrero. Dice que el suyo será un gobierno de conciliación, pero al mismo tiempo dice, igual que Hugo Chávez, que propondrá una “Constitución moral” para el país.

Dice que no quiere volver al pasado y propone regresar la Constitución actual a la que se aprobó en 1917 (¡¡hace un siglo!!). Dice que no tiene nada que ver con Cuba o Venezuela y los dirigentes de su partido lanzan loas a la revolución bolivariana y el propio Andrés Manuel opinó que Fidel Castro es una de las personas que más admiraba y que su figura era equivalente a la de Nelson Mandela (sic).

Eso es lo que preocupa a Vargas Llosa y a muchos sobre el futuro de país que propone Andrés Manuel. Esas propuestas son populistas y terminarán como todo gobierno populista, se presente de derecha o de izquierda, en un régimen autoritario, porque ésa es la esencia del populismo.

La advertencia de Vargas Llosa es tan válida hoy como lo fue a principios del 90 lo de la dictadura perfecta. La paradoja es que el populismo de hoy, lo que quiere, es llevarnos de regreso a la dictadura perfecta.