¡EN CULIACÁN, EMPEZÓ LA AMNISTÍA DE AMLO AL CRIMEN!

Ricardo Alemán

Como muchos saben, el secuestro, crimen y posterior incineración de “los 43 de Iguala” se llevó a cabo por instrucción de un alcalde impuesto por AMLO, en un municipio y un estado gobernados por el entonces partido de López Obrador.

Aún así –y a pesar de que en toda la ruta del crimen nunca participó ninguna autoridad vinculada al PRI y menos al gobierno federal–, lo cierto es que el maniqueísmo de la claque lopista, la distorsión dolosa y el gusto de Obrador por la mentira y el engaño terminaron por responsabilizar de la masacre al gobierno de Peña Nieto.

Dicho de otro modo, resulta que “los magos del engaño y la mentira” se salieron con la suya; convirtieron una derrota política de grandes proporciones –como el crimen de los 43 de Ayotzinapa–, en una victoria que incluso los empujó al poder presidencial.

Hoy, luego del escandaloso ridículo y del grosero montaje que vimos en Culiacán por parte del gobierno de López –luego de la detención y posterior liberación de “El Chapito”–, regresaron no sólo el cinismo de Obrador sino el maniqueísmo, la distorsión dolosa y el gusto por la mentira y el engaño.

Y es que “los magos del engaño y la mentira” parecen dispuestos a intentar la misma apuesta “engañabobos” y convertir una derrota en victoria.

La diferencia es que López Obrador y su gobierno pueden engañar a muchos durante mucho tiempo pero, al final, no engañarán a todos todo el tiempo.

¿Por qué?

Porque hoy el presidente Obrador podrá decir misa y pontificar contra imaginarios “molinos de viento” de la derecha y el conservadurismo; podrá acusar al pasado de sus fracasos y hasta podrá sublimar su cinismo pero, al final, no podrá ocultar que su gobierno enlutó a todo el país y que en sólo diez meses convirtió al territorio mexicano en el mayor cementerio de la historia y terminará calificado como el peor gobierno de todos los tiempos.

Y es que la realidad, demoledora por su peso específico, resultará aún más terca que el terco presidente mexicano.

Como saben, en una suerte de control de daños, dicen el presidente, la propaganda oficial y los corifeos de su fallido gobierno que “el supuesto fracaso de Culiacán” en realidad fue un acierto y una respuesta humanitaria que evitó “una matazón de ciudadanos indefensos”.

Lo que no dicen, por ejemplo, es que sólo en Tlahuelilpan la irresponsabilidad oficial provocó más de la mitad de las 200 vidas que se habrían salvado en Culiacán; no dicen que la irresponsabilidad de López  ha cobrado más de cien vidas a causa de la falta de vacunas para el Dengue; que son decenas de muertos por la carencia de medicamentos contra el cáncer y por el servicio deficiente en el sector salud.

Lo que no dicen el presiente, su gabinete, sus aliados e incondicionales es que en 10 meses de gobierno de AMLO, el número de policías asesinados en todo el país casi alcanza los 400 y que, como nunca, el crimen organizado ha dado muerte a presidentes municipales, síndicos y legisladores locales.

Pero “la joya de la corona” del mal gobierno y del fracaso en la contención de la violencia, en todo el país, son las 31 mil muertes violentas, en sólo los primeros 10 meses del gobierno de Obrador.

Esa cifra de 31 mil muertos en 10 meses es la más alta de todos los tiempos en México; es una muestra del fracaso en la estrategia contra la violencia y es la confirmación de que el de López Obrador es un gobierno que no sólo rindió la plaza ante el narcotráfico y el crimen organizado sino que pactó con los distintos cárteles criminales.

Pero existe un mensaje aún más preocupante.

¿Cuál es ese mensaje?

Que la rendición de la plaza en Culiacán y el pacto con bandas como la de “El Chapo” explican la razón por la que el entonces candidato y hoy presidente prometió por todo el país una amnistía a los grupos criminales.

En los hechos y violando la Constitución, el presidente mexicano ya perdonó a los jefes de bandas como la de “El Chapo”. 

Pero el mensaje resultaría aún más escalofriante sí se confirma que todos los barones de la droga serán perdonados.

¿Y, a cambio de qué sería el perdón?

En su columna de ayer, el periodista Pablo Hiriart desliza una escalofriante hipótesis; los matarifes del crimen organizado se podrían encargar de los enemigos y críticos del régimen.

Es decir, un narco-estado, el mayor riesgo para la democracia.

Al tiempo.