Es la confianza, señores

Nunca se había visto que la cancelación de una obra de infraestructura provocara tal turbulencia en los mercados con consecuencias negativas para México.

La explicación es que nuestro Presidente electo y su “consulta” –en la que votó el uno por ciento del padrón– no solo tiraron el nuevo aeropuerto de Texcoco, sino algo mucho más preciado: derribaron la confianza internacional que había en el país.

Ninguna obra de infraestructura afecta la moneda. La pérdida de confianza sí.

Eso no se recupera en un día, sino que tarda años en restablecerse, siempre y cuando haya rectificación. Y no la habrá.

“Serénense, el peso se va a recuperar”, dijo el martes Andrés Manuel López Obrador, y la respuesta del mercado fue que el dólar subiera más, cerca de las 21 unidades por cada billete verde.

La lectura es tan sencilla como demoledora y está a la vista: los mercados le perdieron la confianza a López Obrador antes de que tome posesión.

Tenemos, pues, un problema de credibilidad en la palabra del próximo Presidente de la República.

En su conferencia del lunes, López Obrador dijo una frase que atenta –metafóricamente– contra la ley de gravedad: “Imagínense al Estado mexicano supeditado a los mercados financieros…”

A nadie le gusta el poder de los mercados, como a muchos no nos gusta el frío, pero son una realidad.

Y contra la realidad no hay demagogia que valga, ni desplante populista que dé resultados.

Ayer el dólar estaba, en ventanillas, cerca de 21 pesos por unidad. Algo impensable por una decisión en materia de infraestructura.

Fue una reacción al quebranto de la confianza en el próximo Presidente.

En el mundo bajaron la perspectiva de calificación a la deuda de México.

Se encontraba estable, después de todas las turbulencias externas que hemos vivido, y con esta decisión de lanzarse de forma autoritaria a echar abajo proyectos en marcha, pusieron a la deuda mexicana en perspectiva negativa.

El siguiente paso es bajar la calificación de la deuda mexicana.

Lo anterior significa que, de darse –y estamos literalmente a un paso–, vamos a pagar más intereses por la deuda.

Nos pueden subir las tasas porque no tienen confianza en el próximo gobierno.

Y si el gobierno, o Pemex, u otra empresa del Estado quiere pedir un préstamo a organismos y bancos internacionales, tendrán que pagar tasas más elevadas.

El mercado no entiende de “camajanes” ni de “fifís” ni se abren las aguas con un “serénense”, porque saben muy bien que aquí no tenemos un Moisés, sino un Presidente electo que anuncia decisiones sorprendentes, por negativas.

Cancelar el aeropuerto no fue una decisión económica, sino ideológica.

Y eso crea una enorme duda acerca de adónde dirigirá a México el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Perdimos, sin ton ni son, 120 mil millones de pesos con la cancelación del aeropuerto en Texcoco.

Mientras Turquía anuncia un mega aeropuerto internacional que sustituirá al actual Ataturk, aquí echamos abajo una obra indispensable que daría fortaleza al turismo, a la inserción de México en el mundo, trabajo a cientos de miles de personas, actividad económica y comercial.

Se destruyó Texcoco y lo ya construido con base en mentiras sobre la ampliación de Santa Lucía.

El dólar subió más de un peso en dos días, no por un error financiero o de manejo del tipo de cambio, sino por la cancelación de una obra de infraestructura.

Sin duda van a subir las tasas de interés dentro del país para los que tienen algún tipo de crédito.

Las calificadoras nos ven con desconfianza.

Y el país cumplió 35 trimestres creciendo ininterrumpidamente.

Para abajo vamos. Y lo que falta

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