ESPECIALISTAS DEL DESPRECIO

La semana pasada un amigo me pregunto mientras hablábamos: ¿Te has dado cuenta qué hay gente que se aferra a exigirle a su pareja cosas que no puede cumplir? Me quedé mirándolo sin saber qué contestar. Él continuó: “Ante las exigencias imposibles, el otro manda todas las señales posibles de que está incapacitado para cumplir; y a pesar de ello, se lo siguen exigiendo. ¿Por qué lo hacen si saben que no se los pueden dar?”.

Mi amigo tiene razón. Hay quienes pasan su vida en el absurdo, pidiendo lo imposible a quienes aman, sabiendo que no lo pueden cumplir. Después de todo, si alguien los conoce bien, son justo ellos. Saben cuáles son sus fortalezas y debilidades; saben qué es lo que pueden hacer y lo que está más allá de sus capacidades. Entonces, ¿Por qué pedir algo imposible? No estamos hablando de cambios posibles. La gente puede cambiar. Conocemos a personas que han dejado sus adicciones, otrora flojonazos que corren maratones y reconocidos mujeriegos que se convierten en un ejemplo de fidelidad. Esto no es un tema de cambio, sino de pedir imposibles.

Estos “exigentes” tampoco buscan que su pareja saque lo mejor de sí mismo para que alcance una meta. Por el contrario. Plantean una meta inalcanzable.“Es que no ves a tus hijos, jamás estás en casa, ellos te necesitan…” le reclamaba una mujer a su esposo. Evidentemente no los veía. Trabajaba de sol a sol en una empresa a la que le tomaba llegar casi dos horas. Tenía que salir muy temprano y no podía llevar a sus hijos a la escuela, ni llegar a comer. Para cuando volvía a casa los pequeños estaban dormidos o listos para irse a la cama. Buscó durante meses un trabajo que estuviera más cerca, sin éxito. Desde luego que quería pasar más tiempo por su familia, pero en ese momento le era imposible; era eso o no tener trabajo. A pesar de saberlo, su mujer seguía todos los días con la misma cantaleta. Parecería que el hacerlo sentir mal, la hacía sentir bien.

El tema económico, que de por sí es una gran fuente de problemas entre las parejas, es campo fértil para que broten éstas exigencias imposibles. Estos “inconformes”, pasan horas quejándose amargamente de que no pueden vivir al nivel que estaban acostumbradas o que sus hijos, quienes desde luego merecen lo mejor–, no tengan las oportunidades que ellos consideran que debiesen tener.  Además de echárselo en cara a su pareja, lo comentan frente a amigos o familiares. “Esta casa está bien, pero no es lo que estoy acostumbrada”, “Ah… cómo me gustaría que mi hijo pudiera tener eso”, “Ya olvidé lo que es tener ropa nueva” y frases por el estilo que recalcan que su pareja no es el proveedor que esperaban.

Para mi amigo, lo verdaderamente patético es que el objetivo de esas exigencias es que sean incumplidas. Sí, tal cual. Existe un deseo de corroborar la incompetencia de su media naranja. Hacerlo sentir menos, que no está a la altura, que o le puede cumplir. Algo así como recalcarle: “¡Ah! ¿Ves que no puedes?”

¿Por qué hacer esto? La clave está en el desprecio… De acuerdo con Ramón, hay mucha gente que son “merodeadores de ricos” (o wannabes) cuya única manera de sentirse medianamente importantes, que pertenecen a ese mundo ficticio es haciendo menos a los demás. Es la única manera. Es gente especializada en el desprecio. Este desprecio a su pareja, los hace sentir bien.

Tristemente, mientras más humillan a su pareja, la hacen sentir menos, hablan mal de ella, y son las eternas víctimas de esos “rufianes”; ellos son los que quedan mal. No olvidemos que finalmente fueron ellos, y sólo ellos, quienes eligieron a esa persona que las “defrauda” siempre. Ellos eligieron abrirles su corazón y compartir con éstos supuestos defraudadores su existencia. Por ende, lo que en realidad están diciendo (aunque son incapaces de darse cuanta), es que no merecen algo mejor que esa persona a la que desprecian; ya que si ellos así lo quisieran, podrían esta solos o con otra persona.

El estar con alguien al que no valoramos es una clara radiografía de nuestros problemas. El despreciar a cualquier persona, sean familiares, empleados, jefes, amigos, conocidos, desconocidos, a quien sea, es una señal inequívoca de que tu autoestima está tan baja que tienes que encontrar fallas en el otro para sentirte bien. Alguien con una sana autoestima no trataría así a nadie y menos a alguien que ama. Sin duda el desprecio es como un espejo que implemente refleja lo baja opinión que tienes de ti mismo.

Me gustaría oír tu opinión. Por favor escribe a [email protected] o en Twitter http://twitter.com/FernandaT