“¡HASTA LA MADRE DE CDMX!”

Como saben, el PRI fue echado de la capital del país en la primera elección democrática del entonces DF. Es decir, que desde 1997 la CDMX es gobernada por las llamadas izquierdas.
Pero la llegada del PRD al DF no sólo se explica por las nuevas reglas democráticas o por la naciente voluntad de cambio en la capital. No, la alternancia y la caída del PRI se deben a la conjunción de factores de cambio conocidos como “alineación astral”.
¿Y cuál fue esa alineación?
El factor detonante fue un gobierno federal comprometido con la alternancia, como el de Ernesto Zedillo, que diseñó reglas electorales confiables y aceptadas por todos, para dar paso a la democratización nacional.
El segundo factor fue el cansancio social producto de cuestionables gobiernos del PRI en la ciudad capital, que eran producto de la designación del presidente en turno. Es decir eran “regentes”, lo más parecido a virreyes.
Pero el factor determinante fue la esperanza social por el naciente PRD –un partido nuevo y de izquierda–, que pronto se convirtió en poderosa fuerza política surgido de la unificación de las izquierdas y que llevó como su primer candidato a jefe de gobierno en el DF al mítico Cuauhtémoc Cárdenas.
Sin embargo, a pesar de la alternancia, de la caída del PRI y de la primera elección democrática, la capital siguió en manos del viejo PRI. ¿Por qué?
Porque el primer jefe de gobierno electo en un proceso democrático en el DF fue el ex priista Cuauhtémoc Cárdenas, quien más que un partido democrático encabezó un PRD caudillista, clientelar y populista.
Luego vino una de las peores gestiones en la capital –diagnosticada así por ex panistas como Gabriela Cuevas–, la de Andrés Manuel López Obrador, quien endureció el caudillismo y la antidemocracia, a niveles de mesianismo.
Es decir, que a la vuelta de los años no pocos capitalinos concluyen que el proceso de alternancia y salida del PRI del DF, en realidad fue un retroceso a los peores tiempos del PRI.
Y esa percepción la confirmó la llegada de Marcelo Ebrard al gobierno de la Ciudad de México, otro priísta de cuestionable gestión que, para salvar la hegemonía de las llamadas izquierdas en Ciudad de México debió impulsar a un ciudadano no partidista, como Miguel Mancera.
Lo curioso –y trágico a la vez–, es que a 21 años de la gesta casi heroica de echar al PRI del poder, en la capital del país buena parte de los capitalinos están de nueva cuenta “hasta la madre” de malos gobiernos y peores gobernantes de las llamadas o mal llamadas izquierda.
Lo peor es que para 2018 los partidos de las izquierdas proponen más de lo mismo, a pesar del hartazgo ciudadano.
Y es que candidaturas como las de Claudia Sheimbaun y Alejandra Barrales –de Morena y de la alianza PRD, PAN y MC, respectivamente–, son producto del mismo establo político y no representan alternativa alguna.
¿Cuál será el cambio o cuál la diferencia de un gobierno encabezado por la señora Sheimbaun o por su ex compañera de partido, Alejandra Barrales? ¿Es posible suponer que harán gobiernos diferentes dos mujeres que tienen el mismo origen ideológico y partidista?
Por ejemplo, a la señor Sheimbaun la persiguen escándalos de corrupción como los segundos pisos del periférico, además de que es producto del gobierno de AMLO en el DF y que nunca ofreció resultados positivos, más allá del discurso mentiroso.
A su vez, Alejandra Barrales también surgió del establo político de Martí Batres, uno de los incondicionales de AMLO. Barrales es un producto puro de la izquierda clientelar, autoritaria, caudillista y nada democrática y tiene poco que presumir, pues también la persiguen escándalos de corrupción.
Lo cierto es que en la capital del país la única alternativa de cambio se llama Mikel Arriola, el candidato no partidista que competirá por las siglas de la alianza PRI, PVEM y Panal.
Y es que el ex director del IMSS es la segunda generación de candidatos ciudadanos en la capital –la primera la encabezó Miguel Mancera–, que llega a la competencia sin filiación partidista, sin ataduras de un partido y sin los amarres de un grupo político.
Mikel Arriola no es producto del PRI, tampoco del PAN y menos del PRD o de Morena; “Miguel” –traducción al castellano del catalán Mikel–, lleva en sus alforjas una carrera de éxito y, sobre todo, no tiene cola que le pisen.
La terca realidad señala que Mikel Arriola es la única carta para una verdadera alternancia en la capital, la carta de quienes están “hasta la madre” del PRD y de Morena en la CDMX.
Al tiempo.
EN EL CAMINO.
En efecto, es urgente localizar a Marco Antonio Sánchez, para aclarar que el gobierno de Mancera nada tuvo que ver en su desaparición. Y es que ya se convirtió en un asunto electorero.