Informes de gobierno: el termómetro de la presidencia y del presidencialismo

El Informe de Gobierno es el acto en el que el presidente de la República rinde cuentas al Congreso y al pueblo mexicano acerca de su más reciente año de gestión. Así que los Informes son una especie de termómetro para el Gobierno que permite medir los avances o retrocesos en materia económica, educativa y de políticas públicas entre muchos otros aspectos.

Pero en las décadas más recientes, el Informe de Gobierno también se ha convertido en un termómetro de la aceptación o legitimidad de la que goza el Ejecutivo federal, así como del pluralismo y el grado de consenso o conflicto entre las principales fuerzas políticas.

La figura del Informe presidencial quedó instituida en la Constitución de 1857, que en su artículo 63 establecía que: “A la apertura de sesiones del Congreso asistirá el presidente de la Unión y pronunciará un discurso en que manifieste el estado que guarda el país”.

Más tarde, en la Constitución de 1917 se agregó el requerimiento de que dicho Informe debería ser entregado por escrito al Congreso.

Durante décadas, el Informe de Gobierno fue —además de un acto de rendición de cuentas— una puesta en escena con alto contenido simbólico acerca de la autoridad del Presidente. Desde este foro, Benito Juárez anunció en 1867 el fusilamiento de Maximiliano como un acto de justicia para terminar con las divisiones internas del país y a partir de 1929, con la fundación del Partido Nacional Revolucionario, —que más tarde se convertiría en el PRI—, el Informe se convirtió en una celebración al Presidente pues el Congreso se llenaba de aplausos para la máxima autoridad, y en las calles se celebraban marchas con tintes festivos y en apoyo al Ejecutivo.

Sin embargo, en la década de los 80, el inicio de la transición democrática derivó en la consolidación o creación de nuevos partidos y fuerzas políticas. Esto erosionó la hegemonía del PRI, y con ello, la tradición de un régimen presidencialista. En 1988, durante el último informe de Miguel de la Madrid, los legisladores de la oposición; Porfirio Muñoz Ledo, Leonel Godoy y Pablo Gómez increparon al Ejecutivo por la “caída del sistema”. Y ya en el periodo de Ernesto Zedillo el PRI perdió la mayoría en el Congreso, lo cual facilitó que la oposición cuestionara su política económica y su actuación respecto al conflicto con el EZLN en Chiapas.

Con la alternancia en el poder, también llegaron mayores ataques a la figura presidencial durante su informe. En 2006 la oposición protestó por un supuesto fraude electoral e impidió a Fox llegar a la tribuna. El guanajuatense se vio obligado a retirarse tras entregar el Informe.

Lo mismo le ocurrió a Felipe Calderón un año después, hecho que provocó que en 2008 se reformara la Constitución para que los mandatarios sólo tuvieran que enviar el documento escrito al Congreso y pudieran dirigir su mensaje a la nación desde otros foros.

Así, los Informes de Gobierno pasaron de ser un acto de pleitesía hacia el presidente a convertirse en una confrontación hacia la máxima autoridad; hechos que para muchos eran impensables durante el auge del presidencialismo, tales como los abucheos al Ejecutivo o la toma de tribunas —en esencia muestras de intolerancia pero que también reflejan el nuevo equilibrio de las fuerzas políticas— han obligado a modificar el formato del informe para proteger a la figura presidencial.

Por ello, hay quien piensa que el Informe Presidencial no sólo es un termómetro de la gestión del gobierno; también lo es de la aceptación del Ejecutivo y del equilibrio de las fuerzas políticas.