Inicia 2019

El arranque de 2019 es uno de los menos promisorios que recuerdo. Incluso hace 25 años, cuando inició el año con el levantamiento del EZLN, las cosas no se veían tan mal. Aunque políticamente la aparición de esa nueva versión de las Fuerzas de Liberación Nacional fue muy llamativa y generó un clima complicado, la economía funcionaba bien, y Carlos Salinas todavía era muy popular. Todo se descompuso después, especialmente tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio, pero eso era impensable al inicio del año.

Hoy hay dificultades tanto en lo económico como en lo político, dentro y fuera del país. A nivel global, el ascenso del populismo, o democracia iliberal, no se detiene, al contrario. Los tres países más grandes de América son gobernados por políticos de este signo, igual que las mayores democracias en Asia. En Europa, apenas algunos países han logrado defenderse, pero la amenaza continúa. Las razones siguen en discusión, y por lo mismo el futuro es todavía menos predecible de lo normal.

En materia económica, la expansión que siguió a la Gran Recesión de 2008-2009 parece estar llegando a su fin. En los últimos meses de 2018 los mercados tomaron una dirección negativa, incluyendo los de bienes primarios. El precio del petróleo, por ejemplo, regresa a su nivel de 45-50 dólares por barril (WTI), después de algunos meses en los que parecía crecer, en buena medida por cuestiones políticas (sanciones). Aunque la mayoría de los analistas internacionales creen que no habrá recesión sino hasta 2020, me parece que hay altas probabilidades de que eso ocurra durante este año.

En México, la característica principal de la política hoy en día es la polarización. Parece ser una faceta inevitable en el marco global que comentábamos, donde los gobiernos emanados de la corriente populista (iliberal), promueven el enfrentamiento. Aquí ocurre lo mismo, y las conferencias diarias del Presidente se han convertido en foros de descalificación de sus adversarios, no muy diferentes de los tuits de Donald Trump: mezquinos, canallas, neofascistas, son algunos de los epítetos que ahí se han escuchado.

En estas condiciones, la trágica muerte de la gobernadora de Puebla y su esposo, coordinador de senadores del PAN, se convirtieron en un nuevo momento de tensión, debido a la manera en que el Presidente decidió tratar la situación.

En la economía nacional, las cosas se empezaron a descomponer desde septiembre, con la instalación del nuevo Congreso, pero el golpe mayor fue el anuncio de la cancelación del nuevo aeropuerto, que ubicó al peso en la zona de 20 por dólar, adelantó la caída de la bolsa y elevó en más de un punto porcentual la tasa de interés del bono mexicano a 10 años. Aunque todos estos indicadores se moderaron en diciembre, en respuesta a un presupuesto aparentemente responsable, el deterioro es innegable.

Califico al presupuesto de aparentemente responsable porque será su ejercicio lo que confirme esa condición. Una buena señal ha sido el decreto referente a los impuestos en frontera, porque reduce los costos fiscales, al limitar mucho los estímulos. También ayuda el inicio paulatino de los programas “sociales”. Lo mismo puede decirse de la aplicación del IEPS a gasolinas y diésel, a pesar del enojo que eso causará a muchos.

El equilibrio entre la responsabilidad fiscal y las ocurrencias presidenciales, sin embargo, no parece fácil. Ofreció mucho y entrega poco, porque no hay más. La molestia de quienes esperaban de verdad un paraíso con la llegada del nuevo gobierno puede forzar respuestas animosas del Presidente.

Esta columna suele ser optimista, pero desde hace unos meses eso se ha hecho muy difícil. Imposible. En casos como éste, vale la pena recordar al Buddha: todo pasa, lo bueno y lo malo.