Jiménez Espriú no debe asumir el cargo

Sólo la obstinación del presidente electo puede hacer secretario de Comunicaciones y Transportes a Javier Jiménez Espriú, dada su colusión con un contratista privado y por anteponer razones ideológicas a las técnicas para tomar una decisión sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.

Javier Jiménez Espriú y el contratista privado José María Riobóo están coludidos para frenar el aeropuerto en Texcoco y hacerlo en Santa Lucía.

Coludir significa unirse a otro para causar daño a un tercero. Y en este caso el tercero es México.

Cuando las tres organizaciones de ingenieros más importantes del país le entregaron a Jiménez Espriú su dictamen en favor de Texcoco para el nuevo aeropuerto y descartaron la opción de usar paralelamente la base de Santa Lucía y la actual terminal aérea, el próximo secretario de Comunicaciones estaba acompañado del constructor privado José María Riobóo, cabeza del grupo que lleva su nombre.

¿Qué hacía ahí el presidente del Grupo Riobóo, si es parte interesada en el proyecto?

Riobóo es un particular, con intereses económicos en que el aeropuerto se haga en Santa Lucía.

Una semana antes, al darse a conocer que habría una consulta pública acerca de dónde hacer el aeropuerto, ahí estaba Riobóo junto al próximo secretario de Comunicaciones y Transportes.

Y en la fotografía que circuló de una reunión privada del equipo de infraestructura del equipo de Jiménez Espriú, ahí estaba Riobóo. Dormido, pero estaba.

Como es del conocimiento público, José María Riobóo es el constructor favorito de Andrés Manuel López Obrador: hizo los segundos pisos del Periférico y el distribuidor vial de San Antonio.

Tenía intereses en el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y su proyecto perdió el concurso.

Luego sacó la alternativa de ampliar la base de Santa Lucía combinada con el actual aeropuerto en Circuito Interior.

Puro negocio. Y está metido hasta la cocina en las decisiones del próximo secretario de Comunicaciones y Transportes.

Es un escándalo, y se le perdona porque viene de la mano de la cuarta transformación.

¿Se imaginan al presidente del Grupo Higa en las reuniones sobre planeación de infraestructura en el actual sexenio?

¿Se imaginan al dueño de Higa al lado del titular de SCT recibiendo dictámenes para tareas de construcción del tamaño de un aeropuerto?

Jiménez Espriú no puede ser secretario de Comunicaciones y Transportes, porque está coludido con el constructor privado favorito del próximo presidente.

Se trata de “una colusión buena”. ¿Por qué? Porque ellos lo dicen. A otro niño con ese dulce.

Luego de tener el resultado de los dictámenes de tres agrupaciones nacionales de ingenieros en favor de continuar el NAIM en Texcoco, Jiménez Espriú cambió sus objeciones técnicas por otras de carácter ideológico.

Dijo: “Sin hospitales ni escuelas y con 60 millones de pobres, ¿con qué derecho hacemos un nuevo aeropuerto?” (Sinembargo.mx).

Si la razón de los cuestionamientos es ideológica, ¿para qué le preguntan a los ingenieros?

¿Para qué le preguntaron a MITRE, que Jiménez Espriú confunde con “una empresa argentina”?

Con ese rasero ideológico, ¿para qué gastar en un Tren Maya si hay necesidad de hospitales?

Jiménez Espriú no está capacitado para ser secretario de Comunicaciones y Transportes.

A su lado tiene a un contratista privado que, como cualquier empresario, ve por los intereses de su empresa.

Si las decisiones técnicas se van a tomar por criterios ideológicos, que pongan al frente de la SCT a Martí Batres y lo hará mejor.

Para cerrar esta comedia de simulaciones, el presidente electo dijo, al conocer el dictamen de las organizaciones de ingenieros, que “es sólo una opinión”, y la gente decidirá.

Vaya manera de ver los temas técnicos altamente especializados.

Cuando el médico le dice a una señora que debe operarse pues tiene quistes en el ovario, ¿tendrá ella que someterlo a consulta en su colonia para ver qué opina el pueblo?

¿Así van a tomar las decisiones en el IMSS, por ejemplo? ¿Por consulta popular?

Estamos ante una anormalidad.

Y detrás de una anormalidad por lo general hay un negocio.