Jugar con el fuego de la paz narca

El mundo del obispo de Chilpancingo y el mundo de AMLO es un mundo en el que los pajaritos cantan y las nubes se levantan. Vamos:

—Salvador Rangel, el prelado, dice que los capos del narcotráfico quieren que se construyan caminos en las comunidades y quieren que los políticos cumplan sus promesas de campaña, para que la gente no se enoje. Él, el cura, pues, lo sabe porque se reunió con los capos.

Habría que ver con qué capos se reunió el señor obispo, porque en su tierra operan Guerreros Unidos, Los Rojos, Los Ardillos y los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación. Por cierto, Guerreros Unidos secuestró, asesinó y quemó a los 43 normalistas de Iguala.

—AMLO dice que “yo veo con buenos ojos que tanto pastores de las iglesias evangélicas y sacerdotes y obispos de la Iglesia católica busquen también la reconciliación, el diálogo, para que se garantice la tranquilidad, para que haya paz en México”.

Habría que ver si el diálogo de AMLO se refiere a buscar la reconciliación, por ejemplo, con Guerreros Unidos. Porque en ese caso, el candidato que quiere ser Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas de México se encuentra ante un problema grave.

¿Por qué entonces AMLO se encuentra en un problema grave? Porque el 14 de marzo de 2017, AMLO le dijo a Antonio Tizapa, padre de uno de los normalistas desaparecidos: “el reclamo debe ser a las Fuerzas Armadas, a quienes intervinieron en ese crimen”.

Entonces sí es muy grave, eh: quien aspira a ser Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas considera que a éstas se les debe reclamar por el caso Iguala, “a quienes intervinieron en ese crimen”, pues. Y, además, aplaude el diálogo con los capos del crimen organizado.

Se entiende que un candidato presidencial se cuelgue de temas polémicos para atraer las emociones de los votantes, pero el asunto del crimen organizado es altamente sensible en México: para empezar, ha provocado un cuarto de millón de muertes.

Entonces AMLO debe ser más cuidadoso con el tratamiento de ese tema. En todo caso no puede tomar de manera tan trivial la expresión de un sacerdote, que le da categoría de “autoridades” a unos asesinos. Porque un cura puede actuar como quiera, pero un posible presidente no.

No, para nada le queda bien a un candidato presidencial de un país plenamente democrático, decir, sobre un posible diálogo con los capos de la droga: “nosotros vamos a poner la voluntad del diálogo… que quede claro, diálogo, reconciliación, amor y paz”.
Porque su posición de perdón y tantán a asesinos y secuestradores es ya un episodio muy triste, de defensa al narco…

Dentro de esta campaña presidencial.