Kushner y el rescate de una relación dañada

Jared Kushner, yerno y asesor especial de Donald Trump, está en medio de una intensa lucha de poder, junto con su esposa Ivanka, hija del mandatario estadunidense, por el control del impredecible y muy inestable mandatario estadunidense. Una lucha descarnada, dentro de la Casa Blanca, que ha provocado ya la salida de innumerables funcionarios, mientras que muchos otros cargos ejecutivos no han sido ocupados 13 meses después de que Trump llegara a la Presidencia estadunidense.

La lucha, básicamente, se plantea entre tres grupos, aunque las relaciones entre ellos muchas veces se entrecruzan. Por una parte, están el propio Kushner e Ivanka. En el libro Fuego y furia, el escritor Michael Wolff dice: “Habían llegado a un acuerdo serio: si en algún momento en el futuro se presentara la oportunidad, ella (Ivanka) sería la candidata a la Presidencia. La primera mujer presidenta, se emocionaba Ivanka, no sería Hillary Clinton, sino que sería Ivanka TrumpBannon, quien había acuñado el término Jarvank el cual está cada vez más de moda en la Casa Blanca, se horrorizó cuando se enteró del acuerdo de la pareja”.

Y es que, evidentemente, para Steve Bannon, el ideólogo ultraderechista que se autoatribuye, en buena medida, el triunfo de Trump y quien fue despedido de la Casa Blanca luego de semanas de enfrentamientos con Jared Ivanka, el yerno y la hija son los mayores enemigos del propio Trump, los que evitaron implementar, más allá de los tuits lanzados en las madrugadas, las medidas más duras sobre nacionalismo económico, migración y seguridad. En su libro, Wolff(que no les guarda demasiada simpatía) los describe como muy ambiciosos y políticamente serían, dice, “demócratas moderados”, alejados de las posiciones más radicales de muchos de los colaboradores de Trump.

Muchos de los funcionarios del equipo de Trump fueron colocados por ellos, pero con el paso de los meses, se ha desgastado la relación y la influencia, sobre todo, cuando se confirmó que Jared estaba siendo investigado por la llamada trama rusa, lo mismo que una de sus principales aliadas, la directora de Comunicación de la Casa Blanca, Hope Hicks, quien anunció su renuncia horas después de ser interrogada por la Comisión Especial investigadora que encabeza el fiscal Robert Mueller.

Y allí entra en acción el tercer factor de poder en el gobierno de Trump y el que pareciera estar imponiéndose en el proceso interno.

Después de una desorganización fenomenal en los primeros meses del 2017, con un auténtico vacío de poder, llegó a la jefatura de gabinete el general John Kelly, exjefe del comando sur y al inicio de la administración, responsable del Homeland Security.

Kelly, junto con un grupo de generales ubicados en puestos estratégicos, se hizo con el control de la Casa Blanca alejando primero a Steve Bannon, pero luego colocando barreras en la comunicación directa y cotidiana de Jared e Ivanka con Trump, quienes tenían acceso a, prácticamente, todos los temas de la agenda.

Kelly, se asegura, hace que todos los encuentros que tenga Trump con colaboradores pasen por su tamiz, incluyendo a la hija y el yerno. También comenzó a limpiar al gobierno de todas las personas que pudieran contaminar a Trump con la investigación de la trama rusa, incluyendo a Hicks, quizás la persona más cercana en la Casa Blanca a Trump, y también a Jared e Ivanka.

Kushner, según se informó, perdió el acceso a la información más confidencial que llega al Ejecutivo, luego de una filtración, evidentemente, surgida de la propia Casa Blanca, sobre las posibilidades de que pudiera ser influenciado por cuatro gobiernos, entre ellos México e Israel, abusando de su “inexperiencia política”.

Lo notable es que esa filtración, ampliamente divulgada y que golpeó duramente a Kushner, no tenía fuente alguna.

Obviamente no se sabe hasta qué punto de la comunicación entre Jarvanka y el Presidente está abierta, tomando en cuenta, sobre todo, el carácter tan volátil de Trump, pero lo cierto es que la implementación de los aranceles al acero y al aluminio no entraba en las propuestas políticas y económicas de Jared e Ivanka, y provocó la salida de quien era, políticamente, el más cercano de sus colaboradores, el encargado de políticas comerciales, Gary Cohn, otro funcionario calificado como “demócrata moderado”, exvicepresidente de Goldman Sachs, y quien había sido llevado al gobierno por Kushner, como contrapeso de personajes nacionalistas y antiglobalizadores como el otro asesor comercial, Peter Navarro, que fue quien aparentemente se impuso en esa lucha interna como lo demostró la imposición de aranceles al acero y el aluminio.

Sin embargo, a Jared le quedan muchos capítulos por cubrir aún en su agenda. Las dos principales son, sin duda, las relaciones con nuestro país, Israel y Oriente Medio. Y estuvo en México tratando de salvar la relación bilateral, luego de la cancelación de la visita del presidente Enrique Peña Nieto a Washington y a unas horas de la imposición de los aranceles, cuando la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, también, parece estar estancada.