La autenticidad

¿Pues qué es un hombre? ¿Qué es lo que ha conseguido?

Si no es a sí mismo, entonces no tiene nada.

 A mi manera (My way)

 

Las palabras de esta canción remiten al principio de la autenticidad. Eso es lo que importa en la vida de una persona. Autenticidad con los consecuentes resultados. No es suficiente ser uno mismo, sin autoengaños, sino los efectos de ese proceder genuino, coherente y congruente.

Lo auténtico se define en forma muy breve y acertada: “Que es realmente lo que parece o se dice que es”. Una persona auténtica sabe lo que quiere y tiene una gran autoestima y confianza en sí misma. No tiene miedo al talento de otros y sabe rodearse de colaboradores capaces e idóneos.

En la política, la autenticidad, no por escasa deja de ser indispensable y, además, un requisito imprescindible de liderazgo. Lo contrario a la autenticidad es no saber a qué atenerse. Un político ambiguo, de discurso contradictorio, no es confiable y, por lo tanto, no es en realidad un líder.

Por ejemplo, Mijaíl Gorbachov, desde que asumió el poder en la URSS en 1985, se dedicó a hacer un diagnóstico que resultó patético: La Unión no estaba constituida, ni por asomo, de repúblicas, mucho menos eran socialistas y lo de soviéticas era una clara imposición. La conclusión era inevitable: “No podemos seguir así”, fueron sus palabras.

Consciente de los riesgos que lo podían llevar a perder el poder y a que aquel castillo de naipes se desmoronara, como finalmente sucedió, emprendió una reforma estructural de las instituciones (Perestroika) y una iniciativa de transparencia (Glasnost).

Auténtico en sus propósitos y comprometido con la verdad, se consagró como uno de los grandes líderes del siglo XX por haber concluido con la Guerra Fría. Sin embargo, sus coterráneos lo culpan de ser el verdugo de aquel imperio. Pero Gorbachov fue auténtico en sus intenciones y en sus resultados. Cumplió los deberes, a su entender, que él mismo se impuso. Hoy las naciones soviéticas tienen enormes dificultades para lograr desarrollo económico y estabilidad política.

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Hoy, la Federación Rusa tiene un gobernante auténtico, Vladimir Putin. Escriben sus biógrafos que, al asumir la presidencia, le preguntaron qué retrato deseaba para su oficina. No dudó en responder: “El de Pedro el Grande”.

Su propósito es claro: restaurar la Rusia de los zares, reposicionar su papel protagónico en el escenario mundial e influir en la política interna de los países que le han permitido hacerlo. Su discurso no deja lugar a dudas, ni la más mínima alusión a la Revolución de Octubre o al pensamiento socialista. Sus referencias son de tal conservadurismo que podrían encontrarse similitudes con las expresiones de los más connotados oligarcas del histórico imperio.

En el caso de México, siempre he sostenido que nuestro gobernante más auténtico en su querer y proceder ha sido Adolfo Ruiz Cortines. No buscó ser un gran reformador ni un parteaguas en la historia de México. Consideró que su primer deber era cuidar la estabilidad y la gobernabilidad en lo político y lo económico; recuperar el prestigio y la honorabilidad del gobierno; seleccionar, sin democracia alguna, a los funcionarios en todos los niveles, así fueran cargos de elección popular.

Su administración es considerada como la más honrada y donde no hubo sangre en la aplicación de la ley y sí hubo un mejor Estado de derecho. Podría decirse que fue más florero que martillo, lo cual creo que no le disgustaría. Propició más beneficios que daños, lo cual no es un logro menor ni es frecuente.

Es difícil hoy, en el mundo y en México, ser auténtico en política, de lo cual no se infiere que sea un ejercicio que debamos soslayar. Por el contrario, es una tarea indispensable y necesaria en el análisis de quienes ocupan cargos públicos o aspiran a ellos. Me seguiré ocupando del tema pues da para mucho.