¿La “dictadura gay” ha tomado la ONU?

A través de un comunicado conjunto respaldado por las distintas agencias que la integran, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se pronunció en contra de “las reiteradas expresiones de odio, intolerancia, estigmatización y discriminación” en contra de la comunidad gay que se han registrado en fechas recientes dentro del territorio mexicano.

Y es que desde la presentación de la iniciativa a favor del matrimonio igualitario impulsada por el presidente Enrique Peña Nieto, organizaciones ciudadanas que se denominan “a favor de la familia”, grupos religiosos y jerarcas del clero se han manifestado en contra de la posibilidad de que dos personas del mismo sexo contraigan matrimonio, o de que una pareja homosexual tenga derecho a adoptar.

Ante esta situación, la ONU expresó su solidaridad con la comunidad gay e hizo un llamado a la tolerancia y el respeto a la diversidad.

Más aún, Naciones Unidas reconoció los logros del Estado mexicano para erradicar la discriminación en contra de la comunidad gay y exhortó al Gobierno a seguir trabajando por la misma ruta. En particular, celebró el hecho de que la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) reconozca el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo.

Además, el texto retoma declaraciones del Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, quien ha afirmado que “las personas lesbianas, gay, bisexuales y transgénero tienen los mismos derechos que todas las demás”.

¿Qué dirán de esto quienes critican la iniciativa a favor del matrimonio gay? ¿Seguirá el Frente Nacional por la Familia con sus teorías de la conspiración? ¿Argumentarán —otra vez— que la ONU impulsa el matrimonio gay para limitar el crecimiento demográfico y apropiarse de la riqueza de nuestro país? ¿Dirá la Arquidiócesis que la “dictadura gay” también ha cooptado a la ONU? ¿Declarará Valdemar que el proyecto totalitario de la comunidad gay está orquestado desde Naciones Unidas?

Mientras algunos insisten con estas teorías, para otros el mensaje es claro y contundente: el tema del matrimonio igualitario no es cuestión de creencias, es cuestión de derechos humanos.