La Disonancia Cognitiva

Algunas personas a quienes aprecio, me insisten en que comprenda que lo que hemos visto de la actuación del presidente López Obrador, son solo las reacciones indispensables en un presidente que, apenas, asume el poder en un país con tantos problemas. “¿Qué más puede hacer ahora?” reiteran.

Pero con mayor énfasis, me reiteran que aún no vemos al verdadero AMLO, y que tampoco conocemos el plan integral de Gobierno del nuevo presidente; que este, me dicen, se llevará un buen tiempo en prepararlo; que en algunos meses estará listo; y que como lo aseguró López Obrador, atenderá de fondo y de inmediato las causas de los grandes problemas que afectan a la gente.  

Estos amigos, debo decirlo, no son amlovers, ni afiliados a Morena, ni siquiera laboran en alguna oficina del Gobierno federal, y tampoco son beneficiarios de algún programa asistencialista, pero, como ellos mismos lo reconocen, sí votaron, entusiasmados, por AMLO.

No me sorprende su condescendencia con el nuevo presidente. Podrán, algunos, enfrentarse con algún sentimiento de decepción, pero no lo van a reconocer ahora, y menos lo harán ante los encuestadores que tocan las puertas de sus casas. Y es que hay una reacción psicológica–que ha sido suficientemente estudiada por la psicología y por la sociología– que hace que las personas se resistan, en un primer momento, a reconocer un error.

El psicólogo León Festinger propuso la teoría de la disonancia cognitiva cuando investigó a un grupo religioso, que afirmaba que alguien vendría, en un platillo volador, a salvarles del apocalipsis. Al día del apocalipsis ellos mismo le pusieron fecha, y también se la pusieron a la llegada de sus salvadores. Desde luego, ni se presentó la nave extraterrestre, y tampoco sucedió el fenómeno apocalíptico, pero los integrantes de ese grupo de fanáticos religiosos no aceptaron nunca ese pasaje delirante, y en lugar de ello, adoptaron la tesis de que “Dios no había ordenado la destrucción, porque había perdonado a la humanidad toda, incluidos ellos, y, por lo tanto, ya no hubo necesidad de que llegaran sus salvadores”. Estas personas, explica Festinger, lidiaban con su disonancia cognitiva, inventando otra explicación o justificación, pero nunca asumiendo su perturbación ante la realidad.   

Este comportamiento, el de la disonancia cognitiva, no es un fenómeno raro, sino que es, en realidad, muy frecuente en los individuos como en las sociedades. Otro ejemplo de esa disonancia cognitiva, y que se convirtió en uno de los mayores dramas de la humanidad, fue el que aconteció con los votantes alemanes en los años de la república de Weimar en el siglo pasado.  Llevaron al poder a Hitler y con ello contribuyeron a que su nación y la humanidad toda, viviera una tragedia tan grande que nunca podrá olvidarse. Posterior a la derrota alemana, se hicieron muchos estudios psico-sociales a ciudadanos alemanes, y pocos reconocían el trágico error de haber apoyado a Hitler. Aun ahora, se construyen teorías que pretenden quitar toda responsabilidad al “pueblo alemán” respecto al ascenso al poder de los nazis. Hanna Arendt se ha encargado de ubicar en su real dimensión el papel que jugaron las masas alemanas en ese triste pasaje de la historia de la Humanidad.

Y es que las personas, y más aun “las masas”, reaccionan ante episodios de crisis y desventura, adoptando salvadores, los mismos que les generan tantas expectativas, las cuales, les dicen, les cambiarán radical e inmediatamente la vida. Y cuando eso no sucede, entonces, cada una de las personas, o todas en conjunto, encontrarán alguna justificación que explique su desencanto; que justifique el fin de un relato al que se aferraron con gran pasión y a manera de sobrevivientes.    

Este es el verdadero y complejo asunto que vivirá una gran parte de las y los mexicanos, pues el candidato ganador de la contienda electoral prometió, literalmente, un mundo nuevo para los votantes y sus familias desde el mismo momento en que asumiera el poder presidencial.

La disonancia cognitiva lleva a algunos de los más importantes intelectuales que apoyaron a López Obrador a construir una justificación: “López Obrador inicia gobernando mal, muy mal, pero eso es culpa de los presidentes que le precedieron”.

Jesús Ortega Martínez.