La hora cero de la nueva República

Porfirio Muñoz Ledo, el mismo añoso político del PRI quien esperaba que el dedo del presidente Luis Echeverría lo señalara como su sucesor en 1976 -sin suerte-, y el mismo que luego esperó una vez más el índice del gran elector López Portillo -con mala suerte una vez más-, tuvo a bien el 1º de septiembre pasado declarar ese momento como “la hora cero de la nueva República”.

 

La hora cero -en boca de este ex boxeador y ex buen bailador de mambo, de ideas revolucionarias y nacionalistas, pero que supo acomodarse en la ola Fox en el 2000, cuando logró ser embajador de México ante la Unión Europea-, que alude, claro, a la llegada de un supuesto nuevo régimen, debe ser tomado como una broma.

 

No hay, por supuesto -para aquellos fundamentalistas-echeverristas-obradoristas-bolivarianos que se hayan emocionado-, ninguna nueva República con la llegada de un Congreso con una grosera sobre representación de legisladores de Morena. Una verdadera sobredosis de morenistas cuyo primer acto “triunfal” no fue proponer medidas inteligentes para pacificar al país, y hacerlo crecer, si no gritar porras aclamando a un mesías.

 

Mesías  al que se le han rendido, penosamente, hincando el Poder legislativo y a su soberanía, su independencia, su función de contrapeso, su representatividad, ante otro poder, el Ejecutivo -léase el del Presidente electo-. Los legisladores de Morena vitoreando a su líder hicieron las veces de porros presidenciales, en lugar de actuar dignamente y defender los intereses de los vecinos, de las familias,  que dicen representar, como se espera de ellos.

 

Pero eso no es todo. Si los aplausos para el tabasqueño no tenían lugar en ese inicio de sesiones ordinarias, mucho menos lo tuvo la frase de Muñoz Ledo. Las Repúblicas no se inauguran al sonar de su campanita, como acaso lo imagina el expriísta que colocará la banda presidencial a otro ex priísta, que es López Obrador. Una República es el resultado de muchos factores, de un pluralismo político y de una democracia real, y los gritos fanáticos de los porros legislativos no son republicanos, ni anuncian República alguna.

 

Esos febriles clamores alertan sobre un clima de división –propio de envalentonados y bebidos hinchas en un clásico de futbol, y revelan inmadurez para distinguir entre las campañas electorales y un fino ejercicio legislativo-. La hegemonía usada para callar al otro, para aplastar a las minorías, para imponerse. ¿Es ésta la primitiva idea de lo que debe ser el ejercicio del poder para los morenistas?

 

Sorprende que Muñoz Ledo sueñe que inicia ahora una nueva República cuando presenciamos el reencarte en la vida política de perfiles como Manuel Bartlett, Napito, y Elba Esther, y los tribunales también doblan las manos ante Morena en varias plazas, permitiendo la sobrerrepresentación.

 

No hay nada que esté empezando de verdad en México ahora. Son los mismos. Son priístas setenteros y septuagenarios. Las mismas ideas echeverristas: asistencialismo, paternalismo, proteccionismo y populismo. Sólo alguien delirante como el camboyano Pol Pot diría en serio que quiere empezar algo desde cero, desde la tabula rasa, ignorando todo lo construido por otros, sus esfuerzos.

 

En México la democracia no fue inventada por López Obrador, ni por Morena. Es la suma de luchas ciudadanas muy amplias, entre las cuales me gusta destacar lo emprendido por el panista Manuel Clouthier, entre decenas de otros líderes pacifistas.

 

Antes bien, la actitud facciosa de los legisladores porristas anuncia más bien la llegada de la hora cero de la democracia. O dicho de otra forma, coincidiendo con Muñoz Ledo: sí es la hora cero de una nueva República, porque no hay ninguna nueva República, lo que hay es un reciclaje lastimoso de priístas con fiebres de contagioso mesianismo.

 

No se preocupen, en 15 minutos empezará la desbandada de decepcionados del morenismo.

@raultortolero1