La lista y sus claroscuros

En plena crisis de la salud, en la semana más difícil del presidente López Obrador, su oficina de comunicación social dio a conocer una lista de 36 periodistas que recibimos recursos de publicidad el sexenio pasado. Llama la atención que la mayoría de los enlistados somos, en mayor o menor medida, críticos con el gobierno federal y que quedaran fuera una gran cantidad de medios, mucho más poderosos que los enlistados. Esa lista no refleja siquiera el uno por ciento de la publicidad pagada el sexenio pasado.

Mi empresa recibió publicidad. Se trata de Rayuela Editores, de la que soy propietario y director desde principios de los años 90. Rayuela es una empresa pequeña, pero conocida en el medio, hemos publicado durante décadas libros, producido películas, documentales, hasta algún disco de rock. También revistas culturales y, junto con una gran empresa privada, una de las mejores revistas de música que se han hecho en nuestro país: Rock and pop. Damos asesoría y organizamos conferencias para empresas privadas. Tenemos una página web de información, creada en 1995, llamada México Confidencial, ahora también conocida por el dominio jorgefernandezmenendez.com.

Desde hace diez años, en coedición con Excélsior, hacemos la única revista sobre política y seguridad del país: Código Topo, seguridad, investigación y periodismo, que se distribuye mensualmente a los miles de suscriptores del periódico.

No hay un sólo peso de recursos públicos contratados en publicidad (en éste o en los otros cinco sexenios en que ha trabajado Rayuela) que no esté respaldado por facturas, pólizas, entrega de pruebas de verificación. Lo contratado por el gobierno federal en el sexenio pasado, fueron, en su totalidad, anuncios o banners de sus diferentes campañas publicitarias.

De los 19 millones 776 mil pesos que, según la oficina de comunicación social del gobierno federal, recibió Rayuela Editores en publicidad durante el sexenio pasado (más 158 pesos, dice el documento, por “otros servicios” que no me imagino cuáles podrán ser), hemos pagado en impuestos 4 millones 323 mil 668 pesos, sumados al salario, el seguro social y todas las prestaciones de los 12 trabajadores que laboran en la empresa, en la que participan o han participado muchos periodistas en forma free lance.

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La empresa es una extensión evidente de mi trabajo periodístico en prensa, radio y televisión, que inicié en 1983. Mi columna, Razones, tiene 30 años, mi actual programa de televisión, Todo personal, más de diez, tuve distintos programas de radio durante 20 años, he publicado 14 libros, muchos de ellos develando los secretos del mundo del narcotráfico, cuando casi ningún medio se atrevía siquiera a tomar el tema. Nunca he visto a ninguno de los actuales héroes anónimos de los sitios web surgidos con apoyo oficial en los últimos meses, que insultan y agravian, metidos en la sierra para informar sobre los laboratorios clandestinos, ni denunciando los atropellos de los jueces del narco, o de los gobernadores comprados por los delincuentes; ni los encontré en Juárez tratando de descubrir quién mataba mujeres y mucho menos en la frontera con los migrantes. No estuvieron cubriendo la guerra con los narcos en Colombia o Guerrero ni a las pandillas Maras en El Salvador y el sur del país. Investigo con rigurosidad los temas que trabajo, opino sobre lo que creo y no insulto, no adjetivo. Tampoco me vendo.

Vender y comprar publicidad es legal, lo dijo el propio presidente López Obrador. Lo ilegítimo, lo banal, lo espurio, es tratar de desacreditar a quienes le somos molestos a un puñado de personajes tan intolerantes como incapaces. Son los que más daño le hacen a López Obrador, entre otras cosas porque le mienten y, como sucedió con la lista, le ocultan información.