La palabra de AMLO

 Reivindicamos el principio de que el gobierno

                mande obedeciendo y queremos una sociedad

                que mandando se obedezca a sí misma.

Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024

 

Es absurdo que el Poder Legislativo analice el Plan Nacional de Desarrollo. No es un documento jurídico, sólo es un instrumento de gobierno, heredado del Estado planificador, para orientar las metas por alcanzar. Del cotejo de planes y resultados podemos observar la enorme distancia entre dichos y hechos gubernamentales.

El presidente López Obrador ha faltado a las palabras con que acreditaba su candidatura. Con la lectura del PND y a cinco meses de gobierno, ya se percibe la incongruencia entre lo que se quiere y lo que se obtiene. La economía se deteriora, el Estado de derecho se resquebraja, la política social se distorsiona para tornarse clientelar, la política educativa retrocede, el sistema de salud es deficiente, la seguridad brilla por su ausencia.

Quisiera creer que el jefe del Ejecutivo cumplirá su eterna promesa: ser un denodado demócrata, combatir al partido de Estado, el dedazo, el fraude electoral, el uso de recursos ilegales en las campañas y favorecer la voluntad soberana del pueblo expresada con libertad.

Como presidente, AMLO ha prohibido usar su nombre para ganar votos y afirma que sancionará el fraude aun si es cometido por sus correligionarios. Su credencial de demócrata estará en juego el 2 de junio en seis estados. Focalizo mi análisis en Puebla, por considerarlo el más relevante.

Para la elección ordinaria para gobernador, el entonces candidato presidencial de Morena invitó a Enrique Cárdenas Sánchez para contender por su partido por su solvencia moral, su preparación, su reputación y su valía como ciudadano.

Tiempo después Miguel Ángel Barbosa, quien había despotricado reiteradamente contra el actual presidente, sin el mínimo pudor renuncia al PRD y con ostentoso servilismo pidió ser postulado por el partido que tenía posibilidades de triunfo. El diálogo posterior entre Enrique Cárdenas y López Obrador es digno de formar parte de la antología de nuestra cultura política, con todos sus claroscuros.

Nuestro presuntuoso mandatario le expresó al reputado economista que la encuesta elaborada para el caso lo posicionaba con menos negativos y con el mayor potencial. Sin embargo, Barbosa era más conocido y garantizaba mayor número de votos. Le ofrecía a cambio una diputación plurinominal y la posterior integración al gabinete como secretario de Estado.

Te puede interesar | López contradice a Romo y asegura que la economía va bien ¿Quién miente?

Cárdenas, con toda dignidad y decoro, no aceptó, pues a él le interesa enderezar los malos gobiernos poblanos, como ha sostenido valientemente con sus denuncias y propuestas, incluso intentó, infructuosamente, ser candidato independiente.

Al perder Morena la gubernatura, Barbosa manifestó su poca institucionalidad y su escasa calidad humana al atacar por todos los medios a la gobernadora legalmente electa y fallecida poco después en lamentable accidente.

Ahora Puebla va por la elección de su cuarto gobernante en tres años. Todos conocen la precaria salud del candidato morenista, se dice que muchos de sus supuestos aliados apuestan por otra elección en el breve plazo.

Los gobernantes se calibran por sus reacciones ante los errores. Los estadistas corrigen; los autoritarios se empecinan y causan enormes daños a sus gobernados.

Ernesto Zedillo, aunque lo niegue, se esmeró todo su sexenio en superar el error de diciembre. En su último año tuvo un crecimiento económico positivo, de la misma proporción que el negativo de 1995.

Todos los demócratas, sin importar siglas, debemos sumarnos a la lucha heroica de Enrique Cárdenas Sánchez. En Puebla se juega el futuro de México.

Parafraseando a mi paisano tabasqueño a quien le gusta citar el apotegma juarista, concluyo: “El triunfo de Miguel Ángel Barbosa es moralmente imposible”.