LA PATRAÑA DEL AVIÓN PRESIDENCIAL

De la montaña de mentiras que dijeron los candidatos presidenciales durante el primer debate –engaños de los que nos ocuparemos a partir de hoy-, destaca la patraña de que en un eventual gobierno de Morena, Andrés Manuel López Obrador “venderá el avión presidencial”.

La mentira ha sido repetida miles de veces en las plazas de todo el país por el candidato López Obrador. Incluso ya es parte de los spots del candidato de Morena, sin que el INE haya reparado en el monumental  engaño para cancelar la difusión de dicho spot.

¿Por qué es una mentira?

Primero, por qué en un sistema presidencialista como el mexicano, el Jefe del Ejecutivo –el presidente–, no es dueño de nada durante el desempeño de su encargo. Es decir que el presidente mexicano, cualquiera que sea su pertenencia partidista, no es más que un empleado al que los ciudadanos le otorgan el mandato mediante el voto.

Segundo, en una democracia representativa dominada por un sistema presidencialista, el primer mandatario es sólo depositario del mandato ciudadano. A su vez los ciudadanos son los mandantes –los que otorgan el mandato–, los jefes o patrones del presidente.

Tercero, porque sea el avión presidencial, sea una silla de la casa presidencial, o la rueda de un coche al servicio del presidente, todas son propiedad del Estado;  parte de los activos utilizados para el desempeño de los servidores públicos, del presidente, en este caso específico.

El presidente por tanto, no puede vender el avión presidencial, tampoco se puede convertir en “chacharero” que anda por el mundo ofreciendo en venta un avión que, como ya se dijo, no es propiedad de persona alguna y menos del presidente.

Cuarto, el avión presidencial tampoco puede ser ofrecido en venta por un ciudadano cualquiera, sea o no candidato presidencial, a pesar de lo que pregona en las plazas públicas el señor López Obrador: “Vamos a vender el avión presidencial y ya mandé a ofrecérselo a Trump”. Esa declaración es una soberana estupidez.

Además, la decisión de comprar y/o vender un activo del Estado –como un avión al servicio del presidente–, es una decisión institucional, que está lejos de un deseo presidencial y mucho más lejos de una ocurrencia personal, engañabobos y con tinte electorero.

La compra o la venta de un avión como el que utiliza el presidente Peña Nieto y que fue aprobada en el gobierno de Felipe Calderón, pasa por un obligado proceso legislativo y administrativo que no le corresponde al presidente sino a los legisladores de los distintos partidos involucrados en las cámaras del Congreso y agrupados en diversas comisiones legislativas, relativas al tema.

Pero todo lo anterior es sólo una parte del problema, acaso la cara técnica.

La otra parte –en realidad el gran problema–, es político y tiene que ver con el carácter autoritario, dictatorial y nada democrático de Andrés Manuel López Obrador.

Y es que cuando AMLO pregona que en su gobierno “venderá el avión presidencial” en realidad confirma que lo suyo no será la democracia; que en su eventual gobierno no habrá división de poderes y que con la cantaleta de que “el pueblo manda”, Obrador está dispuesto a violentar no sólo la división de poderes sino la propia Constitución.

Y sin duda que muchos fanáticos de las mentiras como la de vender el avión presidencial justificar, dirán que no es cierto, que se malentiende y que el candidato Obrador –en su papel de eventual presidente–, “recapacitará al final”.

Y, en efecto, podrán decir misa y podrán justificar todo lo que quieran ese intento de manotazo con la venta del avión presidencial, sin embargo, la historia confirma que López Obrador se asume como un auténtico “tiranuelo”. ¿Lo duda?

Un ejercicio memorioso elemental nos lleva  a la gestión de López Obrador en la capital del país, cuando decidió regalar lo que no es suyo; activos del Gobierno de la Ciudad  de México.

¿Recuerdan que a cambio de “indulgencias” y del “apapacho” de la iglesia católica para su candidatura presidencial, el entonces jefe de Gobierno del DF le regaló la “Plaza Mariana” al arzobispo primado, Norberto Rivera?

¿Recuerdan que los 30 mil metros cuadrado de la “Plaza Mariana” fueron convertidos en un lucrativo negocio no sólo con la venta de los llamados “nichos guadalupanos”, sino con la renta de espacios para el ambulantaje en plena Basílica de Guadalupe?

¿Recuerdan  todos los que criticaron esa decisión ilegal y autoritaria por parte de López Obrador? ¿Recuerdan que nunca explicó el regalo de bienes públicos a la jerarquía de la Iglesia católica?

¡La supuesta venta del avión presidencial es otra mentira engañabobos!

¿Así, o más claro?

Al tiempo.