LA VIDA EN OFFLINE Y EN ONLINE. EL MALESTAR EN LA CULTURA CIBERNÉTICA

Mario era estudiante de preparatoria que sobresalía por su desempeño académico, le gustaba leer sobre política e historia para posteriormente subir comentarios en redes sociales. No era afecto a las fiestas y tampoco le llamaba la atención la ingesta de alcohol por lo que sus compañeros lo empezaron a atacar de manera cibernética.

Mario empezó a ser víctima de una serie de agresiones mediante las mismas redes sociales en las que él publicaba, tales como el grupo de amigos en Whatsapp, Facebook, Instagram, Twitter y Snapchat.. Algunos de sus compañeros le mandaban insultos por lo que escribía y empezaron a difundir rumores ofensivos sobre su sexualidad,  su familia e incluso recibir amenazas en las que le advertían que lo mandarían golpear y que tuviera mucho cuidado porque podían llegar a matarlo.

Mario empezó a vivir con miedo hasta sumirse en una depresión. Esto nos lleva a platearnos la siguiente pregunta: ¿qué es lo que influye para que las personas difundan rumores y comentarios agresivos y hasta de odio en la red? 

Una de las características que le atribuyen a la generación de los llamados Milenias  es que nacieron en la era cibernética y coloquialmente se dice que traen el chip integrado que les permite adentrarse en el mundo del internet.

Son jóvenes que siempre tienen en la mano su smartphone y todo el tiempo están conectados pero que a pesar de esto crean relaciones continuas pero inexistentes porque cuando dos jóvenes se encuentran, charlan sin interés durante unos minutos y luego siguen mirando fijamente el teléfono para construirse sus propios universos paralelos digitales, (Bauman Z. 2018). 

El mundo de la web no sólo brinda la posibilidad de estar informado en el momento mismo en que surge la información sino además la de moverse en el anonimato y dar rienda suelta a la más intensa violencia y agresión hacia el sujeto meta del que se trate.

Con las redes sociales cualquiera puede en minutos hacerse de un perfil falso para ofender a otro u otros usuarios, protegido por el poder que otorga la privacidad. No han sido pocas las noticias que dan cuenta de suicidios como consecuencia del ensañamiento insidiosos y violento contra individuos que ciertamente poseen una estructura de personalidad particularmente frágil. 

Con el fin de frenar la violencia que se ejerce en las redes, el 1º de marzo de 2018, Dorsey —dueño de una empresa de internet—,dio paso a la creación de páginas como el odiómetro, en la cual se puede saber en tiempo real cuál es la persona más atacada en el momento, cuántos twitts de odio se escriben por minuto, así como ver gráficos del “usuario más odiador” y del “usuario más odiado” en periodos de tiempo que van de la última hora a los pasados 7 días.

El sitio fue creado con el fin de concientizar sobre la violencia a la que pueden estar sometidos los usuarios de internet y poner énfasis en que los mismos usuarios generan ese contenido violento. 

Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis declaró que el ser humano desde el nacimiento presenta  pulsiones tanto de amor como de odio, pero que sin embargo necesita de vivir en sociedad; para poder lograrlo la cultura ejerce un freno sobre éstos impulsos primarios. Este freno causa malestar, debido a la represión; sin embargo, pertenecer a la sociedad también otorga ventajas.

Por su parte, en el mundo cibernética, no se ha logrado establecer este este freno y como consecuencia no se ejerce la represión sobre aquellos impulsos violentos que se escudan en el anonimato. 

Es así que los seres humanos del siglo XXI son de dos mundos: el mundo antes de las redes sociales —offline—en donde para poder convivir en paz se hace necesaria la represión de aquellos impulsos agresivos, y el mundo de las redes sociales —online—-, en donde no hay un freno y mucho menos represión, dando rienda suelta a los impulsos agresivos sin hacerse responsable de ello.