¡Los ciudadanos no son idiotas!

Contra lo que suponen muchos ignorantes del tema, el periodismo no es una religión, tampoco es militancia política y está muy lejos de ser un acto de fe. Por eso, lo que cree, imagina o supone un periodista no importa a nadie, salvo –claro–, que se trate del ejercicio periodístico del género de opinión.

Por eso, resultan ridículos los ejemplos periodísticos –de supuestos profesionales del periodismo–, que desde la cabeza de una nota informativa y en el cuerpo mismo de esa nota informativa, manipulan, opinan, formulan juicios y dictan la única verdad –su verdad–, sobre tal o cual tema.

Y el mejor ejemplo de ese periodismo de consigna, militante y que a partir de una agenda interesada trata de imponer su personalísima versión de la verdad, lo hemos visto en torno al caso de los 43 de Iguala; periodismo que se apropia de las facultades de Ministerio Público, que juega el juego de la perversión del juez y las partes, para dictar su sentencia lapidaria; el sacrosanto juicio mediático y de las iluminadas redes.

Y ay de aquel reportero u opinador periodístico que se atreva a disentir, cuestionar o dudar de esa verdad –a ver y pensar distinto a lo que ordenan los dictados “políticamente correctos” del periodismo militante, de consigna y salvador de la patria–, porque entonces es un periodista vendido, traidor a la patria, integrante de la mafia del poder y hasta representante de satán en la tierra.

Lo curioso, sin embargo, es que para ese periodismo militante y de consigna no existe la ley y las instituciones han sido enviadas al diablo. Por eso –en casos como el de “Los 43”–, para ese remedo de periodismo no existe el Ministerio Público como único responsable de la investigación del caso y también por eso ese periodismo dogmático sólo cree en agendas políticas también interesadas, como las del GIEI.

El GIEI –por si lo han olvidado esos “periodistas”–, no es más que coadyuvante del Ministerio Público Federal. A su vez –y por si también lo ignoran–, tanto las investigaciones del MP, como el informe del GIEI, deben someterse a la valoración judicial. Y, al final, ni el MP ni el GIEI, ni la opinión interesada, ni la manipulación periodística, ni las mentiras ni los inventos servirán de nada, frente a la valoración de un juez; único facultado para dictar sentencia.

Y si el MP es el único facultado para investigar y un juez será el único capacitado para sentenciar a los responsables de “Los 43”, llama la atención el marcado interés del GIEI, de “los mismos de siempre”, de ciertos medios y “periodistas” por engañar, manipular, mentir, alterar la realidad y distorsionar los hechos. ¿Por qué tal esfuerzo y por qué tanto dinero invertido en una empresa colosal?

La respuesta está a la vista de todos. Y la explicación resulta de párvulos.

Detrás de todo ese esfuerzo colosal por imponer un juicio mediático –en el que a pocos importa la verdad y la justicia sobre lo ocurrido a “Los 43”–, antes que fortalecer un juicio legal, existe un interés político electoral; el interés de engañar a los ciudadanos, de imponer la versión maniquea y malévola del crimen de Estado y –con ello–, empujar la derrota del gobierno en turno.

¿Y por qué la derrota a través de manipular y construir un juicio mediático?

Porque creen que sólo así pueden ganar una elección. No han ganado y no ganarán con propuestas y respetando las reglas del juego; aspiran a ganar con engaños y manipulación.

Lo que ignoran quienes manipulan el caso de “Los 43”, es que los ciudadanos no son idiotas.

Al tiempo.

Tomado de Milenio