#Marcha fifí: semillas del fin de la democracia en México

El fondo no es la disyuntiva entre escoger Texcoco o Santa Lucía, si no entre democracia o autoritarismo. O más exactamente, democracia contra populismo.

Texcoco se está convirtiendo en una bandera de todos los valores de la democracia que están siendo derruídos por el autoritarismo, por el manotazo disfrazado de consulta. Santa Lucía es signo de caprichos, de improvisación, de imposición, de populismo.

Texcoco no era una improvisación. Los inversionistas no son estúpidos para arriesgar miles de millones en algo no redituable. En cambio Santa Lucía carece de todos los estudios pertinentes. No importa lo que el supuesto pueblo bueno haya votado en la consulta más mañosa de la historia de México, el resultado es ilegítimo.

Texcoco no era un proyecto para ricos. Como Santa Lucía no lo es para los pobres.

Texcoco es la añoranza de respeto a la legalidad, a la institucionalidad, que quedó en coma ante una consulta delirante, síntoma del inicio del fin de la democracia en México.

No puede haber una democracia sustentada en consultas descabelladas. Si a eso llaman democracia participativa y deliberativa, para ellos la democracia es una simulación. Lo único que les mueve es el poder.

¿Son útiles a la democracia las consultas que ahora habrá para muchos temas más, para validar muchos temas de la agenda de Obrador? No, en lo más mínimo. Quieren el poder, pero no saben cómo esconder su autoritarismo. Con qué instrumento democrático maquillarlo.

Van a gastar, a derrochar millones de pesos en cada consulta mañosa tras la cual se esconde una decisión política ya tomada por el nuevo gobierno. O sea, van a gastarse nuestro dinero en aparentar democracia, cuando lo único que hay –es evidente- es autocracia populista. En eso se irán ríos de billetes. No hay ahorro que valga cuando se trata de disfrazarse de ovejas, y no hay austeridad republicana que cuente cuando lo que se busca es dominar a todos los sectores, imponer.

La así llamada #Marchafifí es un conglomerado de frustraciones ciudadanas legítimas, un semillero de lo que más pronto que tarde se convertirá en parte del declive de López Obrador como agente de cambio hacia una mejor realidad social.