MARGARITA Y HEBERTO CASTILLO: ¡GENEROSIDAD POLÍTICA!

Uno de los valores casi inexistentes en la política y entre los políticos –en todo el mundo y especialmente en México–, es el de la generosidad.

¿Lo dudan? ¿Quién recuerda –de primera intención–, a un político que se haya destacado por su generosidad para los ciudadanos, para la política, el servicio público o para otros políticos?

Resulta difícil, sino es que imposible, encontrar ejemplos cotidianos –dignos de ser recordados–, de políticos, líderes sociales y gobernantes capaces de expresar de manera pública esa virtud; la generosidad.

Sin embargo, si existen –en México y el mundo–, sólo que se debe urgar muy profundo, en la memoria, para encontrarlos.

Hace más de dos décadas, en medio  de las feroces batallas por la alternancia en el poder y la transición democrática, los potenciales electores mexicanos vieron pasar ante sus ojos una de esas joyas inéditas de la generosidad política.

El precandidato presidencial del Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT) Heberto Castillo,  renunció a su candidatura para dejar el paso libre al mejor posicionado; Cuauhtémoc Cárdenas, quien en aquellos tiempos era visto como el único capaz de sacar al PRI del poder presidencial, a pesar de que “el hijo del Tata”, había nacido, crecido y construido su carrera dentro del PRI.

Más aún, Heberto ofreció su partido, el PMT –que ya contaba con registro oficial–, como partido base para legitimar la candidatura de Cárdenas, a la que luego se sumaron otras fuerzas que dieron origen al Frente Democrático Nacional, antecedente del PRD.

Ese gesto de generosidad política fue el detonante de un movimiento político y social que entre los años 1997 y 2000 hicieron posible la  alternancia y la transición democrática en México; alternancia que en el entonces DF encabezó la izquierda –precisamente con Cárdenas a la cabeza de la jefatura de gobierno del DF–, mientras la derecha panista ganó la presidencia, con Vicente Fox.

Desde aquellos años, hace casi tres décadas, no habíamos sido testigos de otro gesto de generosidad parecido al de Heberto Castillo.

Pero la generosidad reapareció en la elección presidencial de 2018 y en esta ocasión correspondió a Margarita Zavala seguir los pasos de ese sembrador de democracia que fue Heberto Castillo.

Como saben la señora Zavala renunció al PAN en protesta por el secuestro –de la democraia panista–, que llevó a cabo Ricardo Anaya en toda la estructura del PAN.

Luego, Margarita se propuso una candidatura independiente y consiguió los apoyos suficientes para tener un lugar en la boleta presidencial por esa vía. Sin embargo, “su proyecto no cuajó”. ¿Por qué?

Porque no convenció y no consiguió trasladar los votos del panismo tradicional a su candidatura. Creyó que amplios segmentos del partido azul rechazarían masivamente la alianza PAN-PRD y que los inconformes caerían de manera natural en su candidatura independiente. No fue así. ¿Por qué?

Porque en el PAN de hoy, más que demócratas, abundan los oportunistas “busca chamba”. Y les importa un pito que un pillo como Anaya sea candidato, siempre y cuando les garantice un “hueso”.

Pero Margarita entendió que una candidatura testimonial le hacía más daño a la democracia toda y, por eso, declinó a su aspiración presidencial.

Y sin duda se trata de un gesto de generosidad que deben aplaudir todos los demócratas mexicanos. Y por eso fue un gesto criticado por el más antidemocrático de todos los candidatos, el de Morena.

Y es que el mensaje de Margarita Zavala es a favor de la mejor opción para México. Dicho de otro modo, la señora Zavala se retira de la contienda para que sus votos, sus seguidores o simpatizantes elijan, mediante el voto útil, lo mejor para México.

Y por supuesto que son muchos los que “zopilotean el cadáver” de la hoy excandidata presidencial. Incluso, algunos como Ricardo Anaya, quieren colocarse la medalla de haber negociado la declinación a su favor, lo cual es falso.

En rigor pragmático, Margarita Zavala prefiere que sus votos, seguidores y simpatizantes, se conviertan en votos útiles para salvar a México “de ya saben quién”

¿Será suficiente?

Al tiempo.