La oración de la tarde
Tiende la tarde el silencio manto
de albos vapores y húmedas neblinas,
y los valles y los lagos y colinas
mudos deponen su divino encanto.
Las estrellas en solio de amaranto
al horizonte yérquense vecinas,
salpicando de gotas cristalinas
las negras hojas del dormido acanto.
De un árbol a otro en verberar se afana
nocturna el ave con pesado vuelo
las auras leves y la sombra vana;
y presa el alma de pavor y duelo,
al místico rumor de la campana
se encoge, y treme, y se remonta al cielo.
Tomado de la antología de Juan Domingo Argüelles: Poesía mexicana. De la época prehispánica a nuestros días.