En el Día Nacional de Lucha Contra la Homofobia –celebrado este martes–, el presidente Enrique Peña Nieto presentó una polémica iniciativa que eleva a rango constitucional la unión matrimonial entre personas del mismo sexo.
A pesar de que el proyecto del presidente fue bien recibido por amplios sectores de la sociedad, la Iglesia Católica puso el grito en el cielo.
Para la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), las uniones entre personas del mismo sexo no pueden ser llamadas “matrimonio” porque “la palabra tiene en su raíz la maternidad”. Es así que –para la iglesia católica– el término está equivocado porque un hombre no fecunda a otro hombre, ni una mujer a otra.
Sin embargo, lo cierto es que existen varias interpretaciones del término matrimonio. No todas son religiosas; algunas –las más antiguas– son jurídicas:
- Como sacramento: El matrimonio fue instruido por Dios cuando creó al hombre y a la mujer. Esta figura santifica la unión indisoluble entre un hombre y una mujer; además les concede la gracia para cumplir –fielmente– sus deberes de esposos y de padres.
- Jurídicamente: Aunque para el Episcopado Mexicano el “matrimonio” tiene su raíz en la maternidad, jurídicamente –y en el ordenamiento civil–, se define como la unión voluntaria, libre de vicios, de un hombre y una mujer con el objetivo de realizar la comunidad de vida. En este momento, en algunas entidades del país, los códigos civiles definen al matrimonio como la unión de dos personas, lo cual abre la posibilidad para las uniones de personas del mismo sexo.
- Del latín matrimonium: El matrimonio es una institución social que crea un vínculo entre los esposos. El origen etimológico se suele derivar de la expresión “matris munium”, proveniente de dos palabras del latín: “matris”, que significa “madre” y “munium”(“gravamen o cuidado”) que significa “cuidado de la madre por el marido/padre” pues se consideraba que la madre era más la que contribuía más a la formación y crianza de los hijos.
- Otra derivación provendría de “matreum muniens”, que significa la idea de defensa y protección de la madre; que implica la obligación del hombre hacia la madre de sus hijos.
- Según el Derecho Canónico: La alianza por la que el varón y la mujer constituyen entre sí –de toda la vida–, ordenada por su misma índole natural al bien de los cónyuges.
- Según el Derecho Romano: El matrimonio es la unión de un hombre y una mujer en comunidad plena de vida y en comunicación del derecho divino y humano.
En esta lógica, no sobra recordar a la Iglesia católica que el matrimonio está inscrito en el ordenamiento jurídico y civil. O si lo prefiere, que no se trata de una figura exclusiva de la tradición eclesiástica; por ello, no están en posibilidades de definir qué es un matrimonio y qué no lo es.
Eso sí, el Episcopado aclara que su defensa no debe verse como un acto de homofobia, sino como una verdad de la naturaleza humana de todos los tiempos y de todas las culturas.
Lo curioso es que la alta jerarquía de la Iglesia Católica se ha mostrado respetuosa –y hasta incluyente– con la comunidad LGBTTTI. De hecho, la postura del Episcopado mexicano contrasta con lo dicho por el Papa Francisco en su exhortación apostólica postsinodal –“La Alegría del Amor”–, en donde llamó a evitar todo signo de discriminación injusta, y particularmente, cualquier forma de agresión y violencia.
En la “Alegría del Amor”, Francisco también menciona que se debe asegurar un respetuoso acompañamiento para que quienes manifiestan una orientación sexual distinta puedan contar con la ayuda necesaria para comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en su vida.
Entonces preguntamos, ¿por qué la Conferencia del Episcopado Mexicano no acepta las uniones homosexuales? ¿por qué van en contra de la línea que marcó Francisco? ¿por qué intentan apropiarse de un término cuya naturaleza es civil y no religiosa? ¿por qué creen que pueden decidir qué es y qué no es un matrimonio? ¿No será que la iglesia está mezclando temas religiosos con temas jurídicos?
