Meade se adueña de su campaña

Más allá de lo que digan las encuestas, en los últimos días José Antonio Meadeha dado pasos muy importantes para hacer realmente competitiva su candidatura. El miércoles en la noche con el nombramiento de seis coordinadores estratégicos y el domingo, durante su confirmación como candidato por el PRI, con un acto de masas, un discurso y el inicio real de la inserción en la militancia de un concepto en el que englobar su campaña, en los márgenes exactos de la diferenciación sin caer en la ruptura, de ofrecer continuidad sin convertirse en continuista.

Decíamos que la oportunidad de Meade pasaba, antes que nada, porque hiciera suya su campaña. Esta semana ha comenzado a hacerlo. Aún no están terminadas las listas de senadores, diputados, ni todas las candidaturas a gobernador. Pero en cuanto concluya ese proceso podremos saber si Meade es el dueño de la campaña de Meade. Sabremos qué fuerzas ha nucleado y quiénes realmente lo apoyan y en quiénes puede apoyarse. Porque esa maquinaria que mostró el PRI el domingo tiene que ser aceitada, alimentada y conducida. De otra forma no es más que un montón de hierro político.

Por eso es tan importante que Meade haya, finalmente, alcanzado un acuerdo formal con algunos de los personajes centrales de poder en el priismo, sin los cuales la campaña no puede transitar, en términos de operación y de generación de expectativas entre los propios militantes. Desde ayer, la coordinación de las campañas de senadores en todo el país estará en manos de Miguel Osorio Chong. En los hechos ello implica el compromiso de que el exsecretario de Gobernación será, también, el coordinador priista en la Cámara alta, sobre todo si gana Meade la campaña electoral. De alguna forma era el compromiso que faltaba para, más allá de comidas y declaraciones, Meade pudiera cerrar la pinza con quien fue su competidor interno más cercano. Es un paso clave, sobre todo, por el peso que tiene Osorio entre gobernadores y factores de poder en todos los estados del país.

Pero no es menor el peso de los otros cinco coordinadores, cada uno de ellos a cargo de una circunscripción electoral. Ahí está Manlio Fabio Beltrones, una de las figuras más icónicas del priismo, con peso e influencia dentro y fuera de su partido y quien había sido, como Osorio, de alguna forma maltratado o poco considerado por distintos personajes de poder. Está Beatriz Paredes, una mujer de influencia y reconocimiento en el priismo, pero también con alta capacidad operativa en áreas urbanas, entre las mujeres y campesinos. Está su paisano, el exgobernador de Tlaxcala, Mariano González Zarur, perteneciente a un grupo político muy consolidado dentro del PRI, y con el mérito de ser uno de los pocos gobernadores que entregó su estado a su mismo partido.

Para muchos René Juárez, el exgobernador de Guerrero y exsubsecretario de Gobernación, podría haber sido el sucesor de Osorio. Se optó por otro perfil, pero nadie ignoró el trabajo que había realizado René en la subsecretaría de Gobierno de SG. Es un político y organizador nato. Carolina Viggiano Austria es otra mujer con una sólida historia, (y como Juárez) cercana a Osorio incluso fue la coordinadora de campaña cuando Miguel ganó la gubernatura de Hidalgo y es senadora por ese estado. También es la esposa del exgobernador desde Coahuila, Rubén Moreira, pero Carolina es una mujer con carrera propia de hace muchos años.

Con esos seis personajes, si realmente pueden y los dejan actuar, operar, aceitar, alimentar y conducir la maquinaria partidaria, Meade gana unos apoyos fundamentales para trabajar su candidatura en todo el país. Falta, como decíamos, que se terminen de confeccionar las listas de candidatos y que el candidato Meade termine de hacer los ajustes que considere necesarios en su equipo. A mediados del mes próximo ya tendremos ese panorama claro y completo. Por lo pronto, en esta semana Meade ha dado dos pasos fundamentales para mostrar que encabeza su propia campaña.

 

DEBATES: UN INE QUE CONFUNDE

Resulta inexplicable que el INE, en este periodo de intercampañas, autorice las entrevistas de los candidatos, los reportajes de vida y coyuntura sobre los mismos, una cobertura amplia de su trabajo, pero que prohíba lo único realmente distintivo de una campaña electoral: los debates. El INE tendría que fomentarlos, no prohibirlos.

Nadie ha entendido por qué si permite las entrevistas, prohíbe los debates. Para muchos la respuesta es sencilla: uno de los candidatos, Andrés Manuel López Obrador, no quiere debatir. De la misma forma que no quiere entrevistas que no controla, no quiere debatir porque no quiere resultar exhibido. Y no sólo en el periodo de intercampañas. Sus operadores están presionando al INE para que los tres debates que por ley debe organizar el Instituto sean con el viejo formato, donde no pueda haber interrupciones, donde las preguntas sean temas generales que pueden ser contestados o no por los candidatos.

La idea es, o por lo menos era, exactamente la contraria. Hacer debates serios, reales, abiertos, con modalidades distintas en cada uno de ellos. Si se impone la presión de López Obrador, como se impuso en la intercampaña, tendremos, otra vez, tres jornadas de monólogos compartidos.