México atrapado

Especial

México está atrapado entre los narcos, Trump y la soberbia del presidente López Obrador.

Olvidemos la economía, pues ahí no hay remedio. Vamos a un sexenio perdido por la paranoia ideológica del Presidente que ve enemigos en todos lados: en los constructores del aeropuerto, en los inversionistas en la rama de energía, en las farmacéuticas, etcétera.

Para despejar dudas de hacia dónde vamos con la economía en manos de AMLO –si estuviera en las de Hacienda sería otra cosa–, basta ver lo que dice el banco más grande del mundo, Morgan Stanley, a los inversionistas internacionales: desháganse de los pesos, vendan sus bonos de Pemex y sálganse de los valores mexicanos aunque paguen altas tasas.

Ahí no hay vuelta de hoja. Ya vieron que AMLO no cambia de opinión en los temas sustantivos. Vamos al barranco con un Presidente instalado en otra realidad.

Mucho más grave, sin embargo, es el callejón en que nos ha metido por su desdén a la seguridad. Podemos perder el país en manos de los narcos o del gobierno de Trump.

Cuando escribí lo anterior en la edición del martes hubo críticas por “alarmista” y “tremendista”.

¿Ah sí? ¿Ya vieron lo que pide Trump? Una llamada de AMLO para entrar con los marines a nuestro territorio.

¿Leyeron lo que sugiere The Wall Street Journal? Una intervención militar en México.

¿Han oído las declaraciones de la burocracia de seguridad nacional de Washington?

“México no tiene estrategia de seguridad”, dijo ante comisiones del Congreso de EU el subsecretario de Estado Richard Glenn.

¿Vieron que la DEA desmintió al gobierno de México sobre su participación en el operativo en Culiacán?

¿Leyeron las declaraciones del ex director de la DEA, Derek Maltz, a The Wall Street Journal? La liberación de Ovidio Guzmán fue “la absoluta destrucción del Estado de derecho en México y la situación va a empeorar”.

¿Hojearon lo que dice la prensa en el mundo? Desde The New York Times, hasta The Guardian y periódicos locales en España, Italia, Alemania…: el gobierno de López Obrador se rindió ante los criminales del narco.

O para decirlo en palabras del agente de la DEA Jack Rilley sobre la liberación del hijo del Chapo Guzmán: “el Presidente de México hizo un pacto con el diablo”.

Aquí, el Jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, pidió a los empresarios y medios “no magnificar” la capitulación en Culiacán y la masacre en Sonora.

Están perdidos. Y se llevan a México en su extravío.

Hay inquietud mundial y zozobra nacional por el fortalecimiento de los grupos criminales.

Eso no se detiene con declaraciones como la expresada por el Presidente la semana anterior: los hechos ocurridos en Culiacán y en Bavispe “despertaron los afanes autoritarios del uso de la fuerza”.

Vaya confusión que trae el Presidente: la fuerza la pueden usar los narcos y sus sicarios.

Queman vivos a seis niños y tres mujeres. Ejecutan a quince personas en Jalisco en una sola tarde, a 22 en Ciudad Juárez en tres días, asesinan a placer en Veracruz, hay matanza de policías en Oaxaca, Guerrero, etcétera.

Y el político que llegó a la Presidencia con la promesa de que “cuando triunfe nuestro movimiento ya no va a haber matanzas”, y que atendería personalmente la seguridad con reuniones diarias a las seis de la mañana, resulta que no está enterado ni de los operativos más importantes y le importa muy poco el tema.

El Estado debe prevenir, combatir y castigar los crímenes, pero el Presidente de la República considera esas demandas como “afanes autoritarios del uso de la fuerza”.

No entiende su papel como jefe de Estado. De eso ya se dio cuenta el mundo y en especial el presidente, el Congreso, la comunidad de inteligencia y los medios de comunicación de Estados Unidos. Y lo padecemos los ciudadanos.

Ahí están los homicidios en todo el país, una capital tomada a tiros y con una docena de muertos, niños incinerados vivos…

La población está indefensa y la soberanía en peligro.

No existen vacíos en ese terreno: si el Estado abdica al legítimo monopolio del uso de la fuerza, lo hacen los narcos o lo hará el Ejército de Estados Unidos.

Los secretarios le mienten al país y al Presidente. Dicen que lo de Culiacán se originó porque una patrulla que pasaba por ahí empezó a recibir balazos.

Que en Bavispe confundieron a los LeBarón con una banda contraria y los mataron… luego de haberse identificado.

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A los periodistas que apuntan la gravedad de lo que ocurre y critican una estrategia a todas luces fallida, el Presidente los compara con perros sin bozal.

Estamos atrapados entre las bandas criminales, un Presidente que por omisión deja que éstas crezcan, y el acecho de Estados Unidos que no va a permitir la supremacía del narco en su vecino del sur.

Por donde se vea, le entregamos nuestra alma al diablo.