¿No queremos reglamentos?

Como si de una ley desmesuradamente punitiva se tratara, la entrada en vigor del nuevo reglamento de tránsito en Ciudad de México ha despertado una oleada de descontento popular. Es cosa sabida que a los mexicanos no nos gusta obedecer normas ni cumplir con regulaciones. No somos el más cívico de los pueblos, ni mucho menos, y la prueba más visible de nuestra incorrección la tenemos en las toneladas de basura que se acumulan en nuestras calles, nuestros parques, nuestras carreteras y nuestros bosques.

No llevamos, anidado en la conciencia, a esa especie de gendarme interior que, sin que tenga que ocurrir ninguna amenazadora advertencia de fuera para disuadirnos, nos avisa de que no está bien tirar un envase de refresco a mitad de una avenida o de que no hay que conducir el microbús (o el tráiler o el propio coche) como un salvaje. Y así, habitamos un país arrasado por la irresponsabilidad de los brutos donde tienen lugar accidentes perfectamente evitables y desgracias absurdas: el conductor de un bus atestado de pasajeros decide, a la torera, cruzar la vía del tren cuando se acerca una locomotora y ocurre entonces una tragedia tan espantosa como inaceptable; el automovilista imprudente rebasa en una curva, importándole un bledo la línea blanca continua que no hay que traspasar, y choca frontalmente contra el auto en el que un padre de familia vuelve a casa con los hijos pequeños; el chofer de un peso pesado lo maneja como si fuera un coche deportivo y pierde el control justamente por eso, porque lleva en las manos un vehículo con una masa inmanejable a altas velocidades; y así, cada año mueren decenas de miles de mexicanos y cada año quedan lisiados, mutilados o paralizados otros miles. Ah, pero que no intenten las autoridades multar a algunos de esos infractores porque entonces se movilizarán, por ejemplo, los conductores de los microbuses y bloquearán alguna arteria principal para exigir que les sean perdonadas las sanciones. Un movimiento “social”, vamos, avalado por el partido político de turno.

En cuanto a los policías, su interés no es aplicar infracciones sino extorsionar a los ciudadanos, sean infractores o no. Qué sociedad tan ejemplar, la nuestra…

Tomado de Milenio