“Normalizando” al presidente

“Cuando quedó claro que su candidatura era viable, hubo un consenso general de que no
había que “normalizar” a este candidato. No se trataba sólo de un político con el que algunos han tenido desacuerdos sobre políticas públicas. Era un hombre que practicaba un estilo político que no se podía dejar pasar. Incitaba a la violencia en sus propios mitines, llamaba ‘basura’ a los periodistas, inventaba datos sin pudor…que se negaba a reconocer el resultado electoral si perdía. Tratarlo como si fuera cualquier otro candidato sería no sólo legitimar este tipo de comportamiento político, sino premiarlo”*.

¿Qué es normal? Podemos decir que algo es “normal” cuando ocurre habitualmente por lo que no produce extrañeza. Digamos así que es normal que envejezcamos con el paso del tiempo o que el sol salga por las mañanas. Para otras cuestiones, la “normalidad” se ajusta a determinadas épocas o circunstancias, digamos que en la Edad Media lo normal es que los caballeros portaran su espada a todas partes, hoy sería algo inusual.

Valoramos la normalidad, por eso la protegemos. Después de un evento traumático, lo único que queremos es volver a la normalidad, cualquier cosa que eso signifique. Es nuestra zona de confort. El problema es que nuestro concepto de “normal" es una mezcla de juicios objetivos, subjetivos, morales y sociales, por lo es cambiante y también puede ser manipulado. De ahí la necesidad de ser cuidadosos de “los nuevos normales” qué transforman en normal lo anormal, casi sin darnos cuenta. Un estudio sugiere que las mujeres que han visto varias películas románticas en las que el hombre se comporta como un acosador, son más tolerantes a esta conducta en la vida real.

En esta época de cambios, es doblemente importante tener cuidado con normalizar conductas que antes hubiéramos rechazado o hubiéramos considerado erróneas, corruptas o fuera de lugar. Si no decimos nada acabaremos fritos en agua caliente, como la ranita de la famosa historia.

Las palabras son importantes. Tienen peso. El peso de la palabra de un presidente en todos los medios es fortísima. Por eso, debe tener mucho cuidado al comunicar y más aún al hablar de sus adversarios, críticos y quienes no piensan como él. No es normal que las
“conferencias” matutinas terminen siendo un foro de la crítica sin fundamento.

Con este zeitgeist la presencia de medios y social civil, para evitar caer en estándares cada vez más bajos, es indispensable. En la historia de nuestro país, muchos avances provienen de las demandas de la sociedad frente al gobierno. El silencio es cómplice y estamos viviendo silencios inexplicables ante temas que no son a favor de un partido u otro, sino que atañen al futuro de México.

¿Qué es lo que no podemos normalizar? Aquí unos ejemplos

La violencia e inseguridad

Que las que las decisiones fundamentales que requieren conocimientos técnicos se tomen por consulta popular

Que la ley se “ajuste” a las personas que no cumplan con un cargo.

Que la ley se ajuste para que los objetos (en este caso pipas) adquiridos cumplan con la
normatividad vigente

Que se envíen candidatos que no cumplen con el perfil para un puesto clave para el desarrollo de México como Banco de México, CRE, Cofece, etc…Que se llame a los críticos “mafia” (ya sea del poder o de la ciencia).

Que se descalifique a un sector de la población llamándolo “fifí”.

Que las decisiones se tomen en base a caprichos en vez de estudios técnicos, de impacto
ambiental, factibilidad, etc.

Que se mine la autonomía de las instituciones.

Agradeceré que sumen sus ejemplos a la lista que revisaremos periódicamente, a fin de estar alertas y no normalizar conductas que ponen en riesgo los avances democráticos que tantos años y esfuerzo nos ha costado obtener.

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