Nuestra falta de autocrítica (2)

Mexico's president-elect Andres Manuel Lopez Obrador holds a news conference at the campaign headquarters in Mexico City, Mexico, July 14, 2018. REUTERS/Gustavo Graf

El viernes 19 de julio publiqué en este espacio un texto titulado: “Nuestra falta de autocrítica” (https://elfinanciero.com.mx/opinion/enrique-quintana/nuestra-falta-de-autocritica), que produjo diversas reacciones, desde respaldos, críticas inteligentes, hasta las usuales mentadas.

Creo pertinente dar respuesta a algunos de los comentarios.

Una de las críticas inteligentes al texto que escribí fue publicada por Carlos Bravo Regidor, titulándola: “Tres reparos a Enrique Quintana” (https://politica.expansion.mx/voces/2019/07/23/tres-reparos-a-enrique-quintana).

En mi texto afirmé que: “Muchos quisieran que al gobierno de López Obrador le fuera mal. Incluso muy mal”. Bravo Regidor señala, con razón que las encuestas señalan que AMLO tiene el respaldo del 70 por ciento contra un 30 por ciento de cuestionamiento, lo que no sustenta el “muchos”, usado en el texto.

Admito la imprecisión de la afirmación que hice. No me refería a “muchos” en cuanto a una mayoría relativa, sino a una corriente de opinión que he observado entre empresarios y analistas, que supone que AMLO nos está llevando al abismo y que es mejor que lleguemos a éste tan rápido como sea posible.

Sigo pensando que esta visión es incorrecta y que si, además de creerla, se busca que ello suceda, nos haremos un mayor daño como país.

También señala: “Además, estar en desacuerdo con un gobierno es muy diferente a desear su ruina”. La afirmación la suscribo absolutamente.

Si mi texto sugirió que estar en desacuerdo con el gobierno implicaba desear su ruina, fue en todo caso, un error de mi parte.

Creo que la salud de la vida pública requiere de la crítica. Un gobierno que no recibe crítica casi seguramente va a fallar mucho más que aquel que está sujeto a ella. No solo lo creo, lo practico en lo que corresponde a mis responsabilidades y las tribunas con las que cuento.

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El texto que escribí hacía la analogía entre el linchamiento generalizado contra Peña y las críticas sin distingos contra AMLO, señalando que, en el primer caso, esas críticas le dieron puntos a AMLO y en el segundo caso que podrían estar abriendo terreno a las peores tendencias que están dentro del gobierno.

Dice Carlos Bravo en respuesta: “Dudo que esos ‘furibundos’, hayan ejercido entonces, o ejerzan ahora, semejante influencia”. Igualmente, señala que Peña se hundió por sus hechos, no por sus críticos. Y más abajo señala que no criticar tanto a los malos para no hacerle el caldo gordo a los peores, es incompatible con el principio básico del periodismo: decir la verdad.

Respecto a esta última afirmación, vale aclarar que en el plano informativo está fuera de toda discusión. Ni remotamente sugeriría no decir la verdad. Mi referencia es respecto a las opiniones y análisis, en donde “la verdad” no es una.

Difiero con Carlos en su creencia de que las críticas no tengan influencia. De hecho, modulan la opinión pública y a veces se convierten en ‘verdades incontrovertibles’, aunque no estén sustentadas por los hechos.

Coincido con él en que la falta de autocrítica comienza desde la Presidencia y que ello alimenta la polarización.

El texto en realidad solo pretendió hacer un llamado a la serenidad. Si el gobierno no ejerce la autocrítica, la respuesta no debe ser una sociedad que tampoco la ejerza.

Algunos creemos que el país no necesariamente se irá al abismo y que por lo tanto es insensato buscar precipitarnos a él más rápido.

Más bien, hay que hacer una reflexión honesta y desprejuiciada respecto a cómo, pese a lo que haga el gobierno, como sociedad, evitamos irnos a pique.

Regresaremos a esta reflexión.