¡PROBADO: AMLO REPUDIA LAS UNIVERSIDADES!

Ricardo Alemán

La pulsión presidencial contra todo aquello que signifique impulsar la educación de calidad, la ciencia, la tecnología y, en general el conocimiento, ya es un comportamiento patológico de López Obrador.

Para el presidente mexicano son indeseables los “sabelotodo”, no son necesarios “los expertos” y según la propia palabra presidencial, en el servicio público se requiere “99 por ciento de honestidad y sólo uno por ciento de capacidad”.

Es decir, el mandatario mexicano detesta la ciencia, a los científicos y, sobre todo, a los que atesoran conocimiento.

Por eso el presidente llevó al Conacyt a María Elena Álvarez-Buylla, quien hoy dirige la mayor institución de ciencia; la peor directora posible. Por eso el presidente acabó con las becas de mexicanos en el extranjero y por ello canceló apoyos a estudiantes destacados que participaban en competencias globales del conocimiento.

También por eso los empeños presidenciales en “tirar” la reforma educativa de Peña Nieto; por eso regresó la educación pública de primaria y secundaria al peor lastre de la educación en México, a la CNTE y, por ello, Obrador canceló en la nueva ley educativa los exámenes de evaluación del conocimiento de los maestros.

Es decir, Obrador repele todo lo que signifique conocimiento, ciencia, tecnología y hasta detesta a los mexicanos destacados por su conocimiento.

Y si aún lo dudan, basta ver el costoso circo político y mediático que organizó el presidente con la llegada de las cenizas de José José –al que el gobierno federal trato como héroe nacional en Bellas Artes–, mientras que a la muerte del historiador Miguel León Portilla sólo dedicó un vulgar responso.

Si aún dudan de la repulsión presidencial a las mujeres y los hombres de ciencia, basta ver el nivel académico y de especialidad que tienen muchos de sus colaboradores, de los gabinetes Legal y Ampliado; la ignorancia de legisladores y gobernadores de Morena, que están entre los peor calificados.

Basta ver la insistencia presidencial por terminar con los exámenes de admisión en preparatorias y universidades públicas; basta ver la satanización pública que ha expresado contra algunas de las más reputadas universidades privadas –como el Itam–, y la colonización que han conseguido Morena, y el propio presidente, en otras como el Tecnológico de Monterrey y la Ibero.

Y en medio del rechazo público del presidente Obrador a la educación de calidad, a la excelencia y a la ciencia, aparece el engaño mayor; la mentirosa construcción de cien universidades públicas.

En toda su campaña el presidente Obrador prometió la construcción de hasta cien universidades públicas durante su gobierno, con la idea de que ningún mexicano se quedara sin educación superior. Gran mensaje.

Sin embargo, no existe una sola de esas universidades y, lo peor del caso, que para financiar tales centros de educación superior no existe ninguna partida presupuestal en el ejercicio previsto para 2020.

Más aún, serán universidades “patito”, al estilo de la Universidad de la Ciudad de México, en donde se inscribe todo aquel que así lo quiera, sin necesidad de presentar examen de admisión, sin realizar exámenes de evaluación mensual, semestral o anual. Al final, todos los egresados recibirán un titulo universitario “patito”.

Pero si aún existe un mexicano que dude del repudio de AMLO a las universidades, apenas ayer una treintena de universidades públicas de todo el país se declararon en paro por la falta de recursos económicos.

Es decir, las universidades están en quiebra. Y la respuesta del presidente mexicano, amoroso y amantísimo de las universidades y de la educación de calidad, mandó al diablo a las universidades, dijo que no se dejará chantajear, que no habrá más dinero y que le hagan como quieran.

Y es que en el gobierno de Obrador hay dinero para el circo de José José, para “los ninis”, para comprar estadios de béisbol, para la farsa de “sembrando vida”, para comprar votos… pero no para las universidades.

Así o más claro que el presidente odia las universidades y a los universitarios.

Al tiempo.