Realidad y ficción

Avezados y puntillosos analistas de la realidad nacional, Héctor Aguilar Camín y Jesús Silva-Herzog Márquez coincidieron ayer –en sus respectivos espacios editoriales– que el presidente López Obrador está perdiendo contacto con los hechos.

“Lo que sucede en el discurso del Presidente es cada vez menos parecido a lo que sucede en la vida del país”, apuntó el primero. “El país empieza a salir del libreto del Presidente. Su discurso (…) hoy se escucha como retórica escapista”, aseveró el segundo.

Difiero de ese enfoque. La realidad nunca ha dado sustento a las posiciones políticas de López Obrador por lo que me parece difícil que esté súbitamente apartándose de los hechos. Ha construido una realidad alterna sobre la que montó tres intentos por llegar a la Presidencia de la República.

En sus tres campañas, dijo básicamente lo mismo. Por ejemplo, la propuesta de construir refinerías para “salvar” a Pemex y vender gasolina barata no es nueva, como puede constatarse en una búsqueda hemerográfica. Tampoco lo es la idea echar mano del erario para crear programas de corte asistencialista.

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Sucede que ahora muchos se dan cuenta de lo que algunos advertían, si bien entonces era un asunto opinable. Es ahora, desde el gobierno, cuando AMLO ha tenido la oportunidad de poner a prueba sus tesis, y los resultados comienzan a estar a la vista.

López Obrador ganó las elecciones presidenciales en su tercer intento por razones muy concretas: 1) Durante dos décadas hizo política por fuera del club de la partidocracia, lo que lo hizo aparecer, a los ojos de una ciudadanía harta de los tejemanejes del PRI, PAN, PRD y la chiquillada partidista, como la única alternativa para hacer frente a la corrupción, la impunidad, la violencia criminal y la pobreza; 2) se mantuvo fiel a su discurso, lo que llevó a millones de ciudadanos a la conclusión de que si lo aplicado hasta entonces no había funcionado, tal vez lo que proponía el líder de Morena podría ser la solución, y, que, en todo caso, ya era su turno de ocupar el Ejecutivo, y 3) supo construir una comunicación de frases efectistas –que también comienza a desgastarse por el uso– que revolucionó la escena electoral y se convirtió en un factor diferenciador más.

Déjeme exagerar para efectos de argumentación: si López Obrador hubiese dicho en campaña que la única manera de conseguir una sociedad justa era mudarnos todos a Marte y empezar de nuevo, probablemente millones habrían estado dispuestos a acompañarlo en esa aventura. El problema es que, al llegar allí, lo primero que los viajeros habrían notado es la imposibilidad de respirar. Pero la falta de oxígeno en el planeta rojo no sería prueba de que AMLO se distanció de la realidad, sino que, desde el principio, no la tomó en cuenta.

Y no es que el hoy Presidente se haya equivocado en señalar a la corrupción, el abuso de poder y la delincuencia como problemas del país. Sin duda lo hizo y ¡vaya que esos son grandes problemas!, pero dicha observación también la pudo hacer Perogrullo. Donde ha errado, conscientemente o no, es en las soluciones para enfrentar esas lacras.

Hoy insiste en que tiene la razón. Algunas de sus propuestas ya han chocado con la realidad y rápidamente han quedado expuestas. Por ejemplo, decir que al primer día de su llegada al gobierno se acabaría la violencia (hoy pide seis meses más). Otras demorarán en mostrar su ineficacia, como bajar el precio de los combustibles con la construcción de una refinería.