¿Reminiscencias Del Pasado o Síndrome de Estocolmo?

La cuarta transformación, hay que decirlo, ha sido pródiga en reminiscencias del pasado. Me ha dejado una sensación similar a un deja vu.

Primeramente por el entorno, el ambiente y la actitud asumida por los inquilinos del congreso de la unión (así, con minúsculas), que se resignaron a su desairado papel de servir de tapete al presidente y su actitud lacayuna de viles porristas, encargados de ovacionar al titular del ejecutivo, sin importar las barbaridades que sea capaz de proferir.

Seguidamente, por el patético esfuerzo de intentar aparentar sencillez, al poner jóvenes cadetes a cuidar las espaldas del titular de la primera magistratura, en vez de la presencia del jefe del Estado Mayor Presidencial, situación realizada en aras de parangonarse quizá a Madero, pero que definitivamente no resultó.

Posteriormente, el ritual chamánico realizado en el zócalo, que además de ser de notorio mal gusto, fue una flagrante contravención a los postulados del estado laico; y fue acompañado de un acedo tufo a echeverrismo, condición que se consideraba plenamente superada en el México moderno y que deja de manifiesto, que MORENA es tan solo una reivindicación actualizada del populismo, del que don Luis hacía gala junto con la compañera María Esther (hoy la compañera y el presidente han cambiado de nombre, pero siguen teniendo conductas semejantes).

Tal parece que a López Obrador los genes del pasado autoritario priista, se le han desbocado y han invadido sus neuronas, llevándolo a proceder como cualquiera de los mandatarios de la antigüedad reciente. A final de cuentas, es imposible que el hombre de la Chontalpa niegue la cruz de su parroquia.

En similar orden de ideas; y abundando en nuestro planteamiento, no podemos dejar de consignar lo acontecido con Paco Ignacio Taibo, metido con calzador en la dirección del Fondo de Cultura Económica, a despecho por completo de lo prescrito por la ley, cuya simple presencia manda el mensaje de que aquí mis chicharrones truenan, pese a quien le pese, al más puro estilo del autoritarismo de estado, que tanto criticara el presidente.

Tampoco podemos omitir los funestos resultados de dejar de construir el aeropuerto de Texcoco y la humorada de emitir bonos para recompra del débito adquirido por este concepto, en una operación que pudiera antojarse financieramente maquiavélica o juzgarse fruto de la imaginación de un personaje tan pintoresco como don Humberto Cauich, (aquel que figuraba en las añejas cápsulas de Cine Mundial) pero que puede acarrear consecuencias tan funestas para nuestra economía y que apenas comienzan a sentirse.

Para concluir con este rosario de gracias y como cereza del pastel, no debe dejar de mencionarse, la pérdida de Carlos Loret de Mola de su espacio radiofónico y la inminente desaparición del cuadrante, tal y como nos aseguran, de Fernanda Familiar, en mérito de situaciones que pudieran catalogarse más propias de la dictadura soviética, que de origen nacional.

Todo lo anterior, nos lleva a considerar que las constantes críticas vertidas por el titular del ejecutivo nacional, a los integrantes del otrora poderoso partido tricolor, han devenido en el Síndrome de Estocolmo, cuyos síntomas afectan a su poseedor en grado superlativo, llevándolo a imitar los más deleznables aspectos del ominoso pasado, que los mexicanos creímos haber trascendido.

Que Dios nos guarde si un día al presidente se le ocurriese recrear episodios como el 2 de octubre o el jueves de corpus, porque derivarían en abundantes lágrimas y mayor cantidad de dolores de cabeza.

Mejor ya ni seguirle, no vaya a ser que solo le estemos dando ideas…

Dios, Patria y Libertad